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Pasaporte a Magonia - Jacques Vallee (NUEVO PDF)

Pasaporte a Magonia - Jacques Vallee (NUEVO PDF)

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Considerada por muchos como la obra más importante de la historia de la ufología, "Pasaporte a Magonia" abrió las puertas para una nueva interpretación del fenómeno OVNI. Magonia, llamada así en algunas viejas crónicas, sería la...
Considerada por muchos como la obra más importante de la historia de la ufología, "Pasaporte a Magonia" abrió las puertas para una nueva interpretación del fenómeno OVNI. Magonia, llamada así en algunas viejas crónicas, sería la región de donde procederían extrañas criaturas aéreas. Los clásicos seres extraterrestres y sus naves espaciales quedaban atrás para dejar paso a un enigma que había acompañado a la humanidad desde siempre, y en el cual elfos, hadas, demonios y visitantes del espacio, tenían un mismo origen.

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03/31/2015

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 Jacques Vallee
PASAPORTE
 
A MAGONIA
 PLAZA & JANES, S.A
Editores
 
Título original:PASSPORT TO MAGONIATraducción deANTONIO RIBERAPrimera edición: Mayo, 1972
© 1972, PLAZA & JANES, S. A., EditoresVirgen de Guadalupe, 21-33. Esplugas de Llobregat (Barcelona)Este libro se ha publicado originalmente en inglés con el título de
 
PASSPORT TO MAGONIA
 Printed in Spain
 Impreso en España
 
Depósito Legal: B. 21.541-1972
 
INDICE
 
I. VISIONES DE UN MUNDO PARALELO .... 19La edad de los dioses
........................................................
21Brujos bajados de las nubes
............................................
22Los siete visitantes de Fació Cardan .... 28II. EL BUEN PUEBLO.............................................................42Alimentos del país de las hadas. ... .44Anillos al claro de luna
...........................................
51¿Angeles o diablos?..............................................................58El país embrujado
...............................................................64III. LA COMUNIDAD SECRETA.....................................................72«Las rocas estaban llenos de ellos» .... 74Razas reas: «farfadets» y «sleach maith» . . 79La caja mágica..............................................................92Folklore en gestación...................................................99
PREFACIO................................................................. 15
 
IV. IDA Y VUELTA A MAGONIA........................................................110El viaje interrumpido................................................................112Daemonialitas................................................................................140V. CRIATURAS INMORTALES..............................................................154Un gran signo en el cielo
........................................................156«Mira, pero no toques»..........................................................164La mentira en acción.......................................................173Conjeturas..............................................................................179APÉNDICE: UN SIGLO DE ATERRIZAJES DE OVNIS
(1868-1968)...........................................................................................................189
Presentación de las observaciones.........................................198Una advertencia..................................................................199Agradecimiento.............................................................................199Abreviaturas de las principales fuentes . . . 201APÉNDICE A LA EDICIÓN ESPAÑOLALos fenómenos del tipo-I en España
y
Portugal.Un
estudio de loo aterrizajes ibéricos, por VicenteBALLESTER OLMOS
y
JACQUES VALLEE . . . . 419
 
 A Allen y Don
 
—¿Y cómo volverás? —preguntó lamujer.—Pues no lo sé. Ya que he oído decirque los que entran en el País de las Hadasya no pueden regresar. Deben seguir siempre adelante.
R. MACDONALD ROBERTSON,
Selección de cuentos escoceses
De vampiros y fantasmas, de bestias zanquilargas, y de seres que surgen en lanoche, übera nos, Domine!
 Antigua letanía
 
PREFACIOEste libro es un intento por tender un puente —tenue y frágil,ciertamente— entre una fantasía y un mito. No es una obra científica. Pudiéramos llamarla filosófica, si existiese una filosofía de lono acontecido. Tampoco es una obra documental, pues no se puedendocumentar los sueños de los niños entregados a sus juegos, ni losgritos de las mujeres quemadas vivas. Pero muchas vidas han cambiado (de una manera secreta, de una manera que a veces pasabainadvertida), y, ciertamente, muchos inocentes murieron en la hoguera a causa de esa fantasía. Este libro constituye un tributo paratodos aquellos que tuvieron la osadía de ser fieles a un sueño.Todo el mundo está de acuerdo en que nuestra época sobrepasa a todas las que la precedieron por lo que se refiere a acumulación de conocimientos técnicos, dominio físico sobre el medio ambiente y poderío económico. No obstante, suele aludirse menos alhecho de que nuestra época ha originado y continua originando unmaterial mítico que casi no tiene paralelo, en cantidad y calidad,en los más ricos archivos de la imaginación humana. Para ser másprecisos, me refiero al hecho de que los habitantes del planeta,durante los últimos veinte años, han observado con frecuencia maravillosos objetos aéreos, designados por los nombres de platillosvolantes, objetos no identificados, OVNIS, etc., y han dado cuentade sus observaciones; que entre estos relatos, abundan las descripciones de aterrizajes efectuados por estos aparatos, y que algunosde dichos relatos nos informan acerca de las características físicas,el comportamiento psicológico y los supuestos motivos de sus ocupantes. Estas cuestiones, pues, constituyen el tema de
Pasaporte a
 
 Magonia.
Durante estos últimos veinte años citados, se ha especuladomucho sobre la naturaleza de los OVNIS, especulaciones que han
 
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desembocado en diversas investigaciones realizadas por comisiones científicas y militares. En estos estudios se ha hecho, por logeneral, caso omiso del material relativo a los aterrizajes de estosaparatos, que ha encontrado poco crédito entre la Prensa popular. A consecuencia de ello, se ha omitido el único ángulo desdeel que podía considerarse la totalidad del fenómeno en su verdadera perspectiva: los investigadores nunca han querido tener encuenta el hecho de que unas creencias idénticas a las que se sustentan hoy han aparecido con carácter periódico durante toda lahistoria humana bajo unas formas perfectamente adaptadas alpaís, raza y regímenes sociales de los creyentes.Si tomamos un amplio muestreo de este material histórico,veremos que se halla organizado alrededor de un tema central:la visita de seres aéreos procedentes de uno o varios países legendarios y remotos. Varían los nombres y las peculiaridades, pero laidea central permanece. Llámese Magonia, cielo, infierno, País delas Hadas..., todos estos lugares tienen una característica común:ningún viviente puede llegar a ellos, excepto —como veremos—en muy contadas ocasiones. Los emisarios de estos lugares sobrenaturales llegan a la Tierra a veces en forma humana y otras bajola apariencia de monstruos. Una vez aquí, realizan maravillas.Sirven a los hombres o los combaten. Influyen en las civilizaciones a través de revelaciones místicas. Seducen a las mujeres, y lospocos héroes que se atreven a buscar su amistad descubren quelas doncellas del País de las Hadas sienten unos deseos que, másque una naturaleza puramente etérea, ponen de manifiesto unanaturaleza carnal.Este libro representa un intento de tender un puente entredos conjuntos de rumores, observaciones e informes: por un lado,las afirmaciones de contemporáneos nuestros, que afirman haberobservado seres de las características ya mencionadas, y, por otra,el gran corpus de datos parecidos que la tradición nos ha transmitido.Hasta cierto punto, este libro chocará a muchos, pero así debeser. El público siente gran interés por la posible solución científica del problema de los OVNIS, como se demuestra por las numerosas polémicas que aparecen en la Prensa diaria. Pero este librono trata de aportar esta solución. Repito que no es una obra científica. Se propone tan sólo documentar un mito endémico, a saber:el mito del contacto entre la Humanidad y una especie inteligentedotada de facultades en apariencia sobrenaturales. Para alcanzar este fin, he tenido que tomarme grandes libertades con muchas creencias actuales, con el conformismo científico y con algunas cuestiones de fe. Sin embargo, he resistido a la tentación de«extrapolar» nuestro sistema de conocimiento científico para tra-
 
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tar de explicar los fenómenos. No me tienta el deseo de conjeturar las posibles soluciones, porque la propia naturaleza de la ciencia condena generalmente al fracaso tales conjeturas. No mepropongo aquilatar las aportaciones realizadas por los investigadores oficiales, ni ocupar su puesto. No trato de resolver ningúnproblema, presentar ninguna teoría, proporcionar ninguna certidumbre ni apoyar ninguna creencia. La poca luz que pueda arrojarsobre este tema originará aún mayores zonas de sombra. Pero sipuedo presentar algunos datos a aquellos que los necesitan, medaré por satisfecho.En resumen: el libro que te dispones a empezar, amigo lector,quiere ser un intento para proporcionar documentación sistemática e ilustración literaria del folklore moderno, visto bajo laperspectiva de antiguos mitos y materiales legendarios tradicionales.Debo confesar una cosa: me olvidé por completo de que yo eraun científico profesional cuando comencé a escribir
Pasaporte a
 
 Magonia.
Mi única guía ha sido la persistente convicción de que laciencia no ha ofrecido respuestas para algunas necesidades fundamentales que alberga nuestro corazón, y que tal vez la actualsoledad del hombre, al hallar su eco en las grandes aflicciones delpasado, es la que ha proporcionado casi todo el poder emocional,la cualidad intelectual, que se han movilizado en pos de ese objetivo inalcanzable: Magonia..., un lugar donde las buenas gentesdanzan con las bellísimas hadas, lamentándose por el tosco e imperfecto mundo inferior.
JACQUES VALLEE
 
CAPÍTULO PRIMERO
VISIONES DE UN MUNDO PARALELO
 Asi el hombre, que aquí parece el único
 
 principal, quizás actúa como el segundo de
 
alguna esfera desconocida.loca alguna rueda, o se acerca a un obje-tivo; de esto sólo una parte vemos, no el
 
todo.
Alexander Pope:
Ensayo sobre el hombre
El 15 de junio de 1952, una expedición arqueológica dirigidapor Alberto Ruz Lhuillier y tres compañeros suyos efectuó unnotable descubrimiento en las selvas de Yucatán. Este equipo sehallaba estudiando los impresionantes monumentos de Palenque,situados en el Estado mexicano de Chiapas, en el emplazamientode una famosa ciudad maya que los arqueólogos se afanaban porrestaurar de manera sistemática, al propio tiempo que levantabansu plano. La península de Yucatán es una región de elevadas temperaturas y humedad constante; a causa de ello, la vegetacióntropical ha deteriorado considerablemente los templos y pirámideserigidos por los mayas, cuya civilización se distinguió por el geniode sus arquitectos y se cree que declinó durante los primerossiglos de nuestra era, para extinguirse casi totalmente hacia elsiglo Ix... o sea cuando Carlomagno reinaba en Europa.Una de las pirámides más impresionantes de Palenque
es
laque sostiene el llamado «Templo de las Inscripciones». Es unaenorme pirámide truncada con una amplia escalinata en su caraprincipal. La construcción de este monumento es bastante insólita, por el hecho de presentar un templo de grandes dimensiones
 
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en su terraza superior. Se ignoraba la finalidad de este monumento, hasta que Lhuillier y sus compañeros apuntaron la posibilidadde que fuese la tumba de un soberano excepcional o un ilustresacerdote. De acuerdo con esta idea, empezaron a efectuar catasen el templo que remata la pirámide, en busca de un pasadizoo escalera que condujese a las entras del monumento. Y el 15de junio de 1952 descubrieron un largo tramo de escalones quepenetraba a través de la enorme masa, llegando incluso a hundirse bajo el nivel del suelo.El pasadizo estaba construido al estilo maya tradicional, o seacon sus paredes inclinadas, dando a la galería una sección cónicaelevada, que terminaba en un estrecho techo. Todavía se construyen en Yucatán cabañas indias de acuerdo con esta fórmula, queresulta eficacísima en aquel clima tropical, puesto que permiteque el aire caliente ascienda, proporcionando así una temperatura relativamente agradable en el interior de la vivienda. Al extremo de la escalera que penetraba en la pirámide se descubrióuna espléndida cripta, ocupada casi totalmente por un sarcófagotapado por una losa esculpida de una sola pieza y que medía 3,80metros de largo por 2,20 de ancho y 0,25 de grosor, con un pesode cinco o seis toneladas. La fantástica escena representada porlos artistas se hallaba intacta y apareció a la luz con todos susdetalles: los arqueólogos se consideran absolutamente incapacesde interpretar su significado.Se supone que los mayas se extinguieron sin haber inventadosiquiera los rudimentos de una tecnología. Algunos arqueólogosdudan de que conociesen la rueda, pero el relieve que decora elsarcófago de Palenque parece mostrar un aparato complicadísimoy perfeccionado, con un hombre a los mandos de una intrincadamáquina. Al observar que el personaje está representado con lasrodillas levantadas hacia el pecho y vuelto de espaldas a un complicado mecanismo, del que se ven surgir llamas, algunos investigadores, entre ellos el escritor científico soviético AlexanderKazantsev, han especulado con la posibilidad de que en realidadlos mayas hubiesen estado en contacto con visitantes de una civilización superior... que conocían y empleaban astronaves. Es difícil demostrar que sea cierta la interpretación de Kazantsev. Noobstante, el único objeto que hoy conocemos que se parezca estrechamente al dibujo maya es una cápsula espacial.Otro enigma es el que nos ofrece el semidiós para quien seconstruyeron de manera tan espléndida el sarcófago, la cripta y lapirámide. Los restos humanos que se encontraron en el sarcófagopresentan una diferencia radical con la morfología de los mayas,tal como imaginamos que debieron de ser: el muerto era un hombre que casi medía dos metros de estatura, o sea unos veinte
 
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centímetros más que el promedio maya. Según Pierre Honoré,1elsarcófago fue construido para el «Gran Dios Blanco» Kukulkán,pero la clave del misterio aún no se ha descifrado, y las selvas tropicales de la América Central, donde aún yacen docenas de templos y pirámides bajo la exuberante vegetación, todavía guardanel secreto del sarcófago.
LA EDAD DE LOS DIOSES
Donde suelen encontrarse en mayor número los objetos volantes procedentes de las regiones celestiales es precisamente enlos textos religiosos, junto con descripciones de la organización,naturaleza y filosofía de sus ocupantes. A decir verdad, son varioslos autores que han insistido en que los textos fundamentales detodas las religiones aluden al contacto de la especie humana conuna «raza superior» de seres celestiales. Esta terminología se emplea especialmente en la Biblia, donde se dice:Vienen de tierra lejana, de los confines de los cielos, Yavé,con los instrumentos de su furor, para asolar la tierra toda.2Los visitantes tienen el poder de volar por el aire en aparatosluminosos, llamados a veces «carros celestiales». A estas manifestaciones se asocian impresionantes fenómenos físicos y meteorológicos, llamados «torbellinos», «columnas de fuego», etc., por losautores primitivos. Los ocupantes de estos aparatos, a los queel arte popular atribuyó posteriormente unas alas y un halo luminoso, son semejantes al hombre y se comunican con él. Su organización responde a una rigurosa jerarquía militar:Los carros de Dios son millares y millares de millares: vieneentre ellos Yavé...3Gustavo Doré, el artista francés que ilustró espléndidas ediciones de la Biblia, nos ha dejado un bello grabado en el queaparecen estos «carros celestiales» en el pleno poder de su fantástico vuelo, cruzando velozmente sobre las montañas, las nubes yel abismo.Un período de la historia primitiva del Japón que terminóalrededor del tercer milenio antes de J. C, recibió el nombre de«Era Jomon». Durante dicho período, la fabricación de estatuillasde barro constituyó una importante actividad artística.4Al principio, estas estatuas eran muy sencillas. Representaban seres humanos y eran de pequeño tamaño. Pero a mediados de este perío-
 
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do los artistas empezaron a modelar estatuas mayores que mostraban unos rasgos constantemente repetidos y de una concepcióntotalmente distinta: pecho muy ancho, piernas arqueadas, brazoscortísimos y enorme cabeza, sin duda encerrada en un casco completo.Los arqueólogos no se muestran de acuerdo sobre la naturaleza de estos cascos. En 1924, y porque consideraba que su expresión se parecía a la que mostraba una máscara de madera africana, el doctor Gento Hasebe afirmó que el casco era en realidaduna máscara de luto empleada en ceremonias funerarias. Sin embargo, algunas de las estatuillas más elaboradas de este tipo,procedentes de Tohoku, región del norte del Japón, muestran algoque parece unas «gafas para el sol»: unos enormes ojos con unarendija horizontal, que parece propia de un insecto..., característica verdaderamente notable. Parece ser que las estatuas de laEra Jomon tardía eran, al principio, de arcilla, y luego fueroncopiadas en roca o piedra blanda. Las que se encontraron en Ko-mokai (provincia de Nambu), están esculpidas en roca y van tocadas con cascos. Una de ellas, un Dogu Jomon fechado en el 4300antes de J. C. y descubierto en las ruinas de Amadaki, lugar de laPrefectura de Iwate, muestra detalles de la parte delantera delcasco, con un orificio redondo en la base de la nariz, bajo loque parece ser una ancha placa perforada.El parecido de este atavío Dogu con un traje de astronautao de buzo es lo que aquí nos interesa. Esto ha llevado a algunosestudiosos de la Era Jomon a preguntarse si estas estatuillas conservan el recuerdo distante de unos visitantes espaciales. El cascocon su filtro, los grandes anteojos, el cuello provisto de un ampliocollar, y el traje de una sola pieza, son, desde luego, muy parecidos a los modernos equipos espaciales. El hecho de que los escultores hiciesen estas figurillas huecas aún hace la cuestión másdesconcertante. La verdad es que Extremo Oriente constituye unarica fuente de noticias sobre seres sobrenaturales y signos celestiales, como vamos a ver a continuación.
BRUJOS RAJADOS DE LAS NUBES
Se cree comúnmente que la expresión «platillo volante» es«made in Usa». ¿Acaso no fue acuñada por un hombre de negocios norteamericano en 1947? ¿No se inició unas semanas después,y también en los Estados Unidos, la primera investigación oficialpor parte de las autoridades militares con el fin de desvelar elmisterio?Así es, en efecto. Pero un agricultor de Texas describió ya, en
 
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enero de 18 7 85, un objeto volante de color oscuro al que dio elnombre de «enorme platillo» y en antiguos textos japonesesleemos que, el 27 de octubre de 1180, un insólito objeto luminosodescrito como un «recipiente de arcilla» voló desde una montañade la provincia de Kii, en la medianoche, hasta más allá de lamontaña de Fukuhara, situada al nordeste. Al poco rato, el objeto cambió de rumbo y se perdió de vista en el horizonte Sur,dejando una estela luminosa.«En vista del tiempo transcurrido desde que se efectuó estaobservación» —para emplear la terminología propia de los investigadores de la Aviación norteamericana—, hoy resultaría difícilobtener datos adicionales. Con todo, resulta interesante hallar uncronista japonés medieval que habla de «recipientes de arcillavolantes».Hay también que reconocer a los japoneses el mérito de haberorganizado la primera investigación oficial. La historia es tan divertida, y presenta tantos puntos de contacto con las recientesactividades de la Aviación de los Estados Unidos, que no puedoresistir a la tentación de reproducirla aquí.La fecha fue el 24 de setiembre de 1235, hace siete siglos. Elgeneral Yoritsume se hallaba de campaña con su Ejército. Depronto, se observó un raro fenómeno: unos misteriosos objetosluminosos se balanceaban y describían círculos en el cielo delsuroeste, en el que trazaron arabescos, hasta que despuntó elalba. El general Yoritsume ordenó que se abriese lo que hoy llamaríamos una «investigación científica a gran escala», y sus asesores pusieron manos a la obra. No tardaron en presentarle suinforme. «Se trata de un fenómeno completamente natural. Excelencia —afirmaron en sustancia—. No es más que el viento, quehace balancear a las estrellas.» Mi informante, Yasuke J. Matsu-mura, de Yokohama, comenta con tristeza: «|Los sabios al servicio del Gobierno siempre se han distinguido por las ambiguas afirmaciones de este tipo!»Los fenómenos celestiales parecen haber sido tan comunes enlos cielos nipones durante la Edad Media, que llegaron a influirdirectamente en los acontecimientos humanos. Con frecuencia serelacionaban a estas apariciones celestes los pánicos colectivos,los disturbios y los movimientos sociales de signo negativo. Loscampesinos japoneses mostraban una desagradable tendencia a interpretar las «señales del cielo» como firmes indicaciones de quesus revueltas y demandas contra el sistema feudal o contra losinvasores extranjeros eran justas, y como garantía de que sus rebeliones serían coronadas por el éxito. Se pueden citar numerosos ejemplos de semejantes situaciones. Por ejemplo, el 12 desetiembre de 1271, cuando el famoso sacerdote Nichiren iba a ser
 
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decapitado en Tatsunokuchi (Kamakura), apareció en el cieloun objeto parecido a la Luna llena, brillante y resplandeciente.Ni que decir tiene que el verdugo huyó presa del pánico y la ejecución no se llevó a cabo.6El 3 de agosto del año 989, durante un período de gran agitación social, se observaron tres objetos redondos de un brillo desusado; más adelante, se unieron formando un solo objeto.En 1361, un objeto volante que «tenía forma de tambor y unosseis metros de diámetro», según la descripción que poseemos,surgió del mar interior frente a las costas del Japón occidental.El 2 de enero de 1458 fue visto en el cielo un objeto brillante parecido a la Luna llena, aparición que fue seguida por «curiosossignos» en cielo y tierra, y que produjeron «pasmo» entre lasgentes. Dos meses después, el 17 de marzo del mismo año, aparecieron cinco estrellas que daban vueltas alrededor de la Luna.Después de cambiar de color tres veces, desaparecieron súbitamente. Esto causó gran consternación entre los gobernantes,quienes consideraron que este fenómeno era anuncio de grandescalamidades para el país. Todos los habitantes de Kioto esperaban que se produjesen desastres, y el propio emperador se hallaba muy trastornado. Diez años después, el 8 de marzo de 1468para ser precisos, un objeto oscuro, que producía un «sonidocomo una rueda», voló, a medianoche, desde el Kasuga hacia elOeste. Resulta difícil explicar de una manera natural esta combinación de ruido con el color oscuro del objeto volante.Al anochecer del día 3 de enero de 1569, una estrella llameante apareció en el cielo. Fue considerada como presagio de grandes cambios, y se creyó que anunciaba la caída de la dinastía Chu.Estos fenómenos continuaron durante los siglos xvll y xvIII. Porejemplo, en mayo de 1606 aparecieron con frecuencia bolas defuego sobre Kioto, y una noche, una bola de fuego de color rojoque giraba vertiginosamente se cernió en las proximidades delcastillo de Nijo, siendo observada por muchos de los samurais.A la mañana siguiente, la ciudad se hallaba llena de rumores y lasgentes murmuraban: «¡Debe de ser un portento!»Un día de setiembre de 1702, al mediodía, el Sol adquirió uncolor sanguinolento durante varios días seguidos, y cayeron hilosque parecían de algodón, procedentes, al parecer, del mismo Sol...Este fenómeno recuerda las observaciones efectuadas en 1917 enla localidad portuguesa de Fátima.El 2 de enero de 1749 cundió el pánico en todo el Japón, cuando aparecieron tres objetos redondos «como la Luna», que fueronvistos durante cuatro días consecutivos. Se produjo una situaciónsocial tan caótica, evidentemente relacionada con los misteriosos «objetos celestiales», que las autoridades decidieron adoptar
 
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enérgicas medidas. Empezaron por ejecutar a los principales revoltosos. Pero se alcanzó el paroxismo de la confusión cuando seobservaron tres «Lunas» alineadas en el cielo y, pocos días después dos «soles».Es indudable que los japoneses experimentaron diversos fenómenos naturales parecidos a los espejismos, que incorrectamente interpretaron como nuncios de calamidades sociales. A causadel tiempo transcurrido, sin embargo, es imposible separar lasobservaciones fidedignas de las interpretaciones emocionales. Loque aquí importa es la relación existente entre ciertos fenómenosinsólitos —observados o imaginados— y la alteración sufrida porel testigo en su comportamiento. Dicho de otro modo, estos relatos demuestran que es posible afectar la vida de muchas personasal mostrarles algo que sobrepase a su comprensión, o convenciéndolas de que han observado tales fenómenos, o, por último, manteniendo en ellas la creencia de que su destino se halla regido porpoderes ocultos.Un breve examen de diversos elementos legendarios medievales procedentes de la Europa occidental bastará para demostrarnos que en esta región del Globo también circulaban rumoresparecidos acerca de extraños objetos volantes y manifestacionessobrenaturales. En 1575, Pierre Boaistuau observó:La cara del cielo se ha visto tan a menudo desfigurada porcometas barbudos y vellosos, antorchas, llamas, columnas, lanzas,escudos, dragones, lunas y soles dobles y otros prodigios similares, que si quisiéramos referir de una manera ordenada sólo losque se han sucedido desde el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, e inquirir acerca de las causas de su origen, una vida entera no sería suficiente.7Según una edición de la misma obra fechada en 1594, he aquí lo que ocurrió a pocas leguas de la ciudad germana de Tubinga,el 5 de diciembre de 1577, a las siete de la mana:Aparecieron alrededor del Sol numerosas nubes oscuras comolas que se ven durante las grandes tempestades. Poco despuéssurgieron del Sol otras nubes, todas llameantes y sangrientas, yotras amarillas como el azafrán. De estas nubes brotaron reverberaciones parecidas a enormes sombreros muy altos y anchos; laTierra se tiñó de tonalidades amarillentas y sanguinolentas, yparecía estar cubierta de sombreros altos y anchos, que aparecieron en varios colores, rojo, azul y verde, aunque en su mayoríaeran negros... Es fácil para todos colegir el significado de estemilagro, por el que Dios quiere inducir a los hombres a que seenmienden y hagan penitencia. Que Dios Todopoderoso inspire atodos los hombres el deseo de acatar Su poder. Amén.8
 
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Ofrece para nosotros un interés especial el hecho de que estosinformes sobre objetos celestiales se hallen vinculados con alegatos de contacto con seres extraños, situación paralela a la queofrecen los actuales aterrizajes de OVNIS.Como estos rumores llegaron a preocupar a muchas jerarquíasde la Iglesia, tal vez valga la pena empezar citando unos párrafosde la vida de san Antonio, el asceta egipcio, fundador del espíritu monástico, que floreció en el siglo III. Cuando se hallaba haciendo penitencia en el desierto, san Antonio se encontró con unextraño ser de pequeña estatura, que huyó después de sosteneruna breve conversación con él:Al poco tiempo, en un pequeño valle rocoso cerrado por todoslados, vio a un enano de hocico en forma de bocina, cuernos enla frente y miembros como patas de cabra. Al verlo, Antonio, afuer de buen soldado, embrazó la rodela de la fe y se tocó con elyelmo de la esperanza: sin embargo, la criatura le ofreció el frutode la palmera para mantenerlo en su viaje y como si viniera enson de paz. Al ver esto, Antonio se detuvo y le preguntó quién era.He aquí la respuesta que recibió:«Soy un ser mortal y uno de los habitantes del desierto alque los gentiles rindieron culto bajo varias formas engañosas,con los nombres de faunos, sátiros e íncubos. He sido enviadocomo representante de mi tribu. Venimos a suplicarte que pidasa tu Señor que nos dispense sus favores, pues también es nuestro Señor que, según hemos sabido vino una vez para salvar almundo, y cuya voz resuena en toda la Tierra.»Al oír estas palabras, las lágrimas bañaron las mejillas delanciano viajero, que mostró así cuan profundamente conmovidose hallaba, hasta el punto de derramar lágrimas de alegría. Seregocijó por la Glona de Cristo y la destrucción de Satanásmaravillándose al propio tiempo de que pudiese entender ellenguaje del sátiro. Golpeando el suelo con su bastón, exclamóentonces:«¡Ay de ti Alejandría, que en vez de Dios has adorado amonstruos! ¡Ay de ti, ciudad ramera, en la que han confluidolos demonios del mundo entero! ¿Que dirás ahora? Las bestiashablan de Cristo, pero tú, en vez de adorar a Dios, idolatras amonstruos.»Apenas había terminado de hablar cuando la salvaje criatura huyó cual si se hallase dotada de alas.Que nadie sienta escrúpulos en creer este incidente; su veracidad se halla refrendada por lo que ocurrió cuando Constantinoocupaba el trono, hecho del que todo el mundo fue testigo. Puesteneis que saber que un hombre de esa especie fue llevado vivoa Alejandría, para ser exhibido ante los maravillados ojos delpueblo. Cuando murió, se embalsamó su cuerpo con sal, para
 
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evitar que el calor del verano lo descompusiese, y así fue presentado a Antíoco, para que el emperador pudiese verlo.’En este relato nos enfrentamos de nuevo con un texto cuyaveracidad no vale la pena poner en duda: las vidas de los santosprimitivos abundan en pasmosos milagros que deben considerarsemás bien como figuras literarias que como observaciones científicas. Lo importante es que numerosos textos religiosos fundamentales contienen material de este tipo, lo cual da, por así decir,títulos de nobleza a toda una categoría de seres comúnmenteconsiderados como de origen sobrenatural. Observaciones comola de san Antonio resultan fundamentales cuando las autoridadesreligiosas se enfrentan con el problema de evaluar observacionesmedievales de seres bajados del cielo, las afirmaciones de los quepretenden haber invocado a los demonios por medios ocultos, eincluso los milagros modernos.Los detalles y la terminología de observaciones como la desan Antonio no son importantes para este estudio. Bástenos conobservar que en el relato de san Antonio el extraño ser recibeindistintamente el nombre de sátiro y el de enano, mientras elpropio santo afirma que los gentiles también emplean los nombres de fauno e íncubo. San Jerónimo menciona a un «hombrede esta especie». Durante todo nuestro estudio de estas leyendasencontraremos la misma confusión. En el relato que acabamosde citar, sin embargo, por lo menos está claro para san Antonioque no se trata de un ángel ni de un demonio. Si el pequeñoser lo hubiese sido, él lo hubiera reconocido inmediatamente.En un tratado indio de astronomía primitiva, el
Suría Siddhan
 
ta,
que tiene veinte siglos de antigüedad, se dice que «Bajo laLuna y sobre las nubes giran los
siddhas
(hombres perfectos) ylos
vidyaharas
(poseedores del conocimiento)». Según AndrewTomas, las tradiciones indias afirman que los
siddhas
podían ser«muy pesados a voluntad o ligeros como una pluma, viajar porel espacio y hacerse invisibles».10Se encuentran también observaciones de seres que vuelan porel cielo y aterrizan en los escritos de Agobardo, arzobispo de Lyon.Agobardo, nacido en España en el año 779, pero que vivió en Francia desde los tres años de edad, fue elegido arzobispo al cumplirtreinta y siete años. Cuando murió, en 840, convertido en «unode los más célebres y sabios prelados del siglo IX», nos dejó uninteresante relato de un incidente extrañamente significativo:Pero hemos visto y oído a muchos hombres sumidos en tangran estupidez, hundidos en tan profunda locura, hasta el punto de creer que existe cierta region, llamada por ellos Magonia,
 
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en la que los barcos navegan por las nubes, a fin de llevar a esaregión los frutos de la tierra destruidos por el granizo y lastempestades; los marineros ofrecen recompensas a los brujosde la tempestad para recibir a cambio trigo y otros productos.Entre aquellos cuya ceguera y locura eran tan grandes queles hacían creer posibles tales cosas, había unos que exhibían encierto concurso a cuatro personas atadas... tres hombres y unamujer que aseguraban haber caído de una de estas naves; des-pues de mantenerlos unos días en cautividad, los condujerona presencia de la multitud, como hemos dicho, para ser lapidados en nuestra presencia. Pero la verdad prevaleció.11Pronto veremos en las páginas que siguen que los ocultistasdan una interpretación muy distinta al mismo incidente.
LOS SIETE VISITANTES DE I ACIO CARDAN
Durante toda la Edad Media discurrió una importante corriente de pensamiento distinto al de la religión oficial. Estacorriente culminó en las obras de la escuela alquimista y hermética. Entre estos grupos se encontraban algunos de los primeroscientíficos modernos, junto con hombres que se distinguían porel vigor e independencia de su espíritu y por su vida aventurera.De ellos es buen ejemplo Paracelso. Estos hombres se hallabansumamente intrigados por la verdadera naturaleza de los seresque se aparecían misteriosamente, cubiertos de brillantes vestiduras o de una oscura pelambre, y con los que tan difícil resultaba establecer comunicación. Ellos fueron los primeros en relacionar a estos extraños seres con las criaturas descritas en laBiblia o en las obras de los antiguos cabalistas.Según los textos bíblicos, la jerarquía celestial comprende aunos seres de forma humana llamados querubines, nombre queen hebreo significa «llenos de conocimiento». Ezequiel los describe en los siguientes términos:«Había entre los vivientes fuego como de brasas encendidascual antorchas, que discurría por entre ellos, centelleaba y salíande él rayos.»12¿Son las misteriosas criaturas que vuelan por el cielo y aterrizan en sus «barcos de nubes» —con permiso de Agobardo y suautoridad— de la misma especie de los ángeles?, se preguntabanlos antiguos filósofos. No, porque son mortales:Los hebreos solían llamar a estos seres intermedios entrelos ángeles y los hombres
Sadaim,
y los griegos, transponiendo
 
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las letras y añadiendo una sílaba, les dieron el nombre de Dai-monas. Los antiguos filósofos consideraban a estos demoniosuna raza aérea, que gobernaba los Elementos, mortal, capaz deengendrar y desconocida en este siglo para aquellos que raramente buscan la Verdad en su antigua morada, que es la Cábalay la teología de los hebreos, los cuales poseían el arte especialde establecer comunicación con este pueblo aéreo y de conversar con estos habitantes del aire.13Plutarco llegó a formular una teoría muy completa sobre lanaturaleza de estos seres:El considera absurdo que no exista un intercambio entre losdos extremos, representados por seres inmortales y mortales;que no pueda existir en la Naturaleza una laguna tan grande, sinuna forma de vida intermedia, que participe de ambas. Y siconsideramos que las relaciones entre el alma y el cuerpo seefectúan por mediación de los espíritus animales, así entre ladivinidad y la humanidad existe esta especie de demonios.14No resulta sorprendente, pues, comprobar que los «filósofos»no se hallaban de acuerdo con Agobardo sobre la naturaleza delos tres hombres y la mujer que en Lyon fueron apresados por elpopulacho:En vano saca a la luz el filósofo la falsedad de las quimerasurdidas por los hombres, y presenta pruebas manifiestas de locontrario. Por profunda que sea su experiencia, o por sólidosque sean sus argumentos y razones, bastará que venga un hombre tocado con la caperuza de doctor y las declare falsas, para
S
ue ni experiencia ni demostración cuenten para nada, y a partire entonces quede más allá del poder de la Verdad restablecersu imperio. Las gentes creen más en una caperuza de doctor queen sus propios actos. En vuestra Francia natal habéis tenidouna prueba memorable de esta manía popular.El famoso cabalista Zedequías, que floreció durante el reinado de vuestro rey Pipino se propuso convencer al mundo deque los Elementos están habitados por aquellos seres cuya naturaleza acabo de describiros. El expediente de que se valiópara ello consistió en pedir a los silfos que se mostrasen a todosen el aire: así lo hicieron suntuosamente. Estos seres se vieron enel aire en forma humana, a veces en orden de batalla y avanzando ordenadamente haciendo alto con sus armas, o acampados bajo magníficas tiendas. Otras veces, y de la manera másmaravillosa construyeron naves aéreas, cuyos escuadrones volantes vagaban al antojo de los céfiros.¿Qué sucedió? ¿Suponéis acaso que esa época de ignorancia llegó hasta el punto de razonar acerca de la naturaleza
 
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de estos sorprendentes espectáculos? El pueblo creyó al puntoque unos hechiceros habían tomado posesión del Aire con elpropósito de desatar tempestades y atraer el granizo sobre suscampos. Los sabios teólogos y juristas no tardaron en compartirla opinión de las masas. El emperador también lo creyó así, yesta ridicula quimera llegó a tales extremos que el prudenteCarlomagno, y su sucesor Ludovico Pío, impusieron gravespenas a los sospechosos de ser Tiranos del Aire. Se encuentrauna relación sobre el particular en el primer capítulo de lasCapitulares de estos dos emperadores.Cuando los silfos vieron al populacho, los pedantes y hastalas testas coronadas tan azuzados contra ellos, determinarondisipar la mala opinión que las gentes tenían de su inocente flotallevándose a hombres de distintas localidades y haciéndoles versus bellas mujeres, su República y su modo de gobierno, paradepositarlos despues sanos y salvos en diversas partes del mundo. Pusieron, pues, este plan en práctica. La gente que veíadescender a estos hombres acudía corriendo de todas partes,convencidos de antemano de que eran brujos que se habían separado de sus compañeros para ir a echar veneno en los frutosy los manantiales. Dominados por el frenesí que tales fantasíasles producían, apresaban a estos inocentes y se los llevabanpara someterlos a tortura. Es increíble el número de ellos quefueron muertos por el fuego y el agua en todo el reino.Un día, entre otros casos, ocurrió en Lyon que tres hombresy una mujer fueron vistos descender de estas naves aéreas.Toda la ciudad s ' 111enemigo de Carie ^Francia. Fue en vano que los cuatro inocentes tratasen de justificarse, diciendo que también ellos eran campesinos, y que habíansido arrebatados poco tiempo antes por unos hombres milagrosos que les habían mostrado incontables maravillas, y que tansólo deseaban relatar lo que habían visto. El enfurecido populacho no hizo caso de sus declaraciones, y se disponía a arro jarlos a la hoguera cuando el muy digno Agobardo, obispo deLyon, que por haber sido monje en aquella ciudad gozaba enella de una autoridad considerable, acudió corriendo al oír laalgarabía, y después de escuchar las acusaciones de las gentesy la defensa de los acusados, dictaminó solemnemente que ambas eran falsas. Que no era cierto que estos hombres habíancaído del cielo, y que lo que decían haber visto era imposible.El pueblo creyó más las palabras de su buen pastor Agobardo que el testimonio de sus propios ojos, depuso su enojo, liberó a los cuatro embajadores de los silfos, y acogió con pasmo ellibro que escribió Agobardo para confirmar el juicio que habíapronunciado. Así fue invalidado el testimonio de estos cuatro testigos. 15magos enviados
 
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Esta clase de relatos gozaron de tanto crédito durante la EdadMedía, que el problema de comunicarse con los Elementales seconvirtió en la principal preocupación de los herméticos y de unaparte importante de su filosofía. Paracelso escribió todo un librosobre la naturaleza de estos seres, pero tuvo buen cuidado en advertir a sus lectores acerca de los peligros que era tener tratoscon ellos:No quiero decir aquí, a causa de los males que caeríansobre quienes lo intentasen, mediante qué pactos es posibleasociarse con estos seres, ni gracias a qué pacto se nos aparecen y nos hablan.Y en un tratado titulado «Por qué estos seres se nos aparecen»,expuso la ingeniosa teoría siguiente:Todo cuanto es obra de Dios, tarde o temprano se manifiesta al Hombre. A veces Dios lo enfrenta con el diablo y los espíritus para convencerle de su existencia. Desde lo alto del Cieloenvía también a los ángeles, sus servidores. Así se nos aparecen estos seres, no para quedarse entre nosotros o convertirseen nuestros aliados, sino para que nosotros podamos entenderlos. Ciertamente estas apariciones son raras. Mas, ¿por qué nohabían de serlo? ¿No debe bastamos ver a un solo ángel paracreer en todos los ángeles?Paracelso nació alrededor de 1491, y en ese mismo año FacióCardan anotó su observación de siete extraños visitantes, directamente relacionados con los seres elementales que tanto intrigabanal gran filósofo. El incidente ha llegado hasta nosotros en lasobras de su hijo, Jerónimo Cardan (1501-1576), muy conocido comomatemático.Jerónimo Cardan vivía en Milán, donde no sólo era matemático, sino también oculista y médico. En su obra
 De Subtilitate,
 Cardan explica que había oído contar muchas veces a su padreesta historia, que por último quiso que constara por escrito. Heaquí su texto:13 de agosto de 1491. Cuando hube efectuado los ritosacostumbrados, alrededor de la hora vigésima del día, sietenombres aparecieron ante mí, cubiertos de vestiduras de seda,parecidas a togas griegas, y calzando zapatos resplandecientes.Las ropas que llevaban bajo sus rutilantes y llameantes corazas parecían estar tejidas con hilo carmesí, y eran de una gloriay una belleza extraordinarias.Sin embargo, no todos vestían de esta guisa, sino solamentedos de ellos, que parecían ser de más noble rango que los demás.
 
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El más alto, de tez rubicunda, tenía dos acompañantes, y tresel segundo, de tez más clara y menor estatura. A, pues eransiete en total. Mi padre no dijo si llevaban la cabeza cubierta.Aunque tenían unos cuarenta anos, no aparentaban más de treinta. Cuando les preguntó quiénes eran, respondieron que eranhombres compuestos en realidad de aire, y sujetos al nacimiento y a la muerte. Verdad era que sus vidas eran mucho máslargas que las nuestras, e incluso podían alcanzar los trescientos años de duración. Interrogados acerca de la inmortalidad denuestra alma, afirmaron que no sobrevive nada que sea peculiardel individuo... Cuando mi padre les preguntó por qué no revelaban tesoros ocultos a los hombres, si sabían dónde éstos seencontraban, respondieron que comunicar estos conocimientosa los hombres estaba prohibido por una ley particular y bajolas más graves penas. Permanecieron con mi padre durante másde tres horas. Pero cuando él les preguntó acerca del origendel Universo, no se mostraron de acuerdo. El más alto negó queDios hubiese hecho el mundo desde la eternidad. En cambio,su compañero afirmó que Dios lo creaba a cada instante, porlo que si £1 desistiese de hacerlo un solo instante, el mundoperecería... Sea esto fábula o realidad, así queda.16Casi tres siglos después, en el mes de setiembre de 1768, unmuchacho de dieciséis años se dirigía a la Universidad de Leipzigcon otros dos pasajeros de Frankfurt. Llovió durante casi todo elviaje, y la diligencia subía penosamente las cuestas. En una ocasión en que los pasajeros abandonaron sus asientos para caminar detrás de los caballos, el muchacho advirtió a nivel del sueloun extraño objeto luminoso.De pronto vi al lado derecho del camino, en una hondonada,una especie de anfiteatro extrañamente iluminado. En un espacio en forma de embudo brillaban incontables luces, escalonadas unas sobre otras y lucían tan intensamente que casi se deslumbraba la vista al mirarlas. Pero lo que mas confundía lamirada era que no se estaban quietas, sino que algunas saltaban de arriba abajo, de abajo arriba y hacia los lados; sin embargo la mayor parte alumbraban tranquilamente. No sin disgusto me separé, llamado por mis compañeros, de este espectáculo, que hubiera deseado contemplar con mayor detenimiento. A preguntas mías, el postillón me aseguró que nada sabíade semejante cosa; pero luego dijo que había en las cercaníasuna antigua cantera, cuya parte central estaba llena de agua.No quiero decidir aquí si se trataba de un pandemónium defuegos fatuos o de una congregación de criaturas lucientes.El adolescente en cuestión era Goethe. Esta observación figura en el libro sexto de su Autobiografía, según Kenneth Anger, a
 
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quien debo este interesantísimo descubrimiento. De haber vivido en el siglo xx, acaso el excelso poeta y sabio alemán hubieratenido ocasión de averiguar más cosas sobre estas «criaturas lucientes». Si Paracelso resucitara, ¿encontraría nuevo pasto parasus teorías sobre la Naturaleza en las extrañas y fugitivas razasde seres celestiales? Podemos suponer, sin temor a equivocamos,que la atención de ambos se dirigiría inmediatamente hacia losarchivos donde figuran los casos de aterrizaje de OVNIS.En los párrafos siguientes examinaremos algunos casos recientes que ambos hubieran hallado de interés.¿Qué demuestran estos casos? Nada. Solamente indican que,si existió alguna vez una época apropiada para que los hombresde ciencia inclinen con temor sus cabezas ante la variedad y elpoder de los fenómenos naturales y la imaginación humana, estáen nuestra propia época de tecnología y pensamiento racional, másque en la confusión de las filosofías medievales.
EL RETORNO DE LOS HUMANOIDES
Una noche de enero de 1958, una señora, cuyo nombre no estoyautorizado a publicar, iba en automóvil por la autopista del Estado de Nueva York. Se hallaba en las cercanías de las cataratas delNiágara, en medio de una violenta ventisca. La hora exacta erala 1,30 de la madrugada. La señora en cuestión iba a visitar a suhijo, que se hallaba cumpliendo el servicio militar, y conducía conmucho cuidado, buscando una salida de la autopista, pues creíaque ésta estaba cerrada más adelante. La visibilidad era pésima.Por lo tanto, apenas pudo pensar cuando vio de pronto lo quede momento tomó por un avión que se hubiese estrellado en elarcén central:Era visible una forma de gran tamaño, y una delgada varillaque por lo menos medía quince metros de altura aparecía iluminada y se iba acortando, como si se hundiese en el suelo.Mi motor aminoró sus revoluciones y cuando me acerqué, elautomóvil terminó por pararse completamente. El pánico seapoderó de mí y me esforcé desesperadamente por ponerlo enmarcha, pues, además, me había quedado sin luces.Mi primer pensamiento fue apearme para ver qué pasaba,pero vi de pronto alzarse dos formas junto a la fina varilla, queseguía acortándose. Se hallaban suspendidas, pero se movían asu alrededor. Parecían animales con cuatro patas y un rabo,pero con dos antenas delanteras bajo la cabeza, como si fuesenbrazos. Entonces, antes de que pudiera tomar aliento, losextraños seres desaparecieron, el voluminoso objeto se elevó y
 
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comprendí entonces que era un platillo. Giró y zumbó a unostres metros de altura, para ascender después y perderse devista.Los faros volvieron de pronto a encenderse. Giré la llave decontacto
 y
el motor se puso en marcha. Me acerqué hasta aquelsitio salí del coche con una linterna y me dirigí al lugar dondeel objeto había estado posado. En la nieve había un orificio dealgo más de un palmo de diámetro, por el que se veía la hierba. Noté que ésta estaba caliente, pero no se había desenterrado nada a su alrededor.La señora, que sólo halló muestras de incredulidad al contaresta historia a su familia, comunicó el caso en una carta dirigidaa Otto Binder, cuando el serial de éste, titulado «Nuestra épocaespacial», empezó a publicarse en diversos perdicos.17El elemento más extraño de este relato no es tanto lo que enél se describe como el hecho de que, desde 1946, estas historiasse han hecho bastante comunes en todas las regiones del globo.Para un físico, por supuesto, resultan increíbles, del mismo modoque el extraño enano que encontró san Antonio resultaría increíble para un biólogo. Sin embargo, están archivados algunos casosen los que relatos parecidos se hallan asociados con huellas delas que no puede dudarse.En el célebre incidente de Socorro, en Nuevo México, fue elagente de policía Lonnie Zamora quien informó haber visto a dospequeños seres, vestidos de blanco, junto a un brillante objetoovoide que descansaba sobre cuatro patas antes de despegar conun rugido atronador... para continuar el vuelo en el mayor silencio. El incidente tuvo lugar el 24 de abril de 1964, y permitió quela Policía local y un agente del FBI efectuasen algunas interesantes mediciones de las huellas dejadas por el objeto, que permitieron sacar unas deducciones aún más interesantes a William T.Powers18sobre las posibles características mecánicas del tren deaterrizaje. En este caso volvemos a observar unas características emocionales que evocan extrañamente el mundo medieval queacabamos de visitar: el testigo de Socorro, antes de ser entrevistado por los investigadores de la Aviación, se hallaba tan pococonvencido de haber observado un aparato de construcción humana, que solicitó ver a un sacerdote antes de presentar su informea las autoridades.Tenemos después el informe de la familia de Kentucky queafirmaba haber sufrido el asedio de varios «hombrecillos», de aspecto completamente fantástico. Este incidente tuvo lugar lanoche del 21 de abril de 1955, y permitió efectuar muchas y extrañas observaciones sobre el comportamiento de los «visitantes».Uno de los seres fue visto aproximándose a la casa de labor con
 
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ambas manos levantadas. Cuando se hallaba a unos seis metrosde distancia, dos de los testigos dispararon contra el intruso.Este «dio una voltereta» y se perdió en la oscuridad... para reaparecer en la ventana cuando los hombres regresaron al interiorde la casa, desde donde volvieron a dispararle. Otro ser fue vistoen el techo, donde una bala lo derribó, pero en vez de caer, descendió
ñotando
al suelo.Los extraños seres tenían cabezas de gran tamaño, casi redondas, y brazos larguísimos, que terminaban en unas enormes manosprovistas de garras. Llevaban una especie de traje de aluminio brillante, que recuerda a los silfos de 1491. Tenían los ojos muygrandes y, al parecer, muy sensitivos. Siempre se aproximaban ala casa por el lado más oscuro. Los ojos no tenían pupila nipárpados; eran mucho mayores que los humanos y se hallabandispuestos a ambos lados de la cabeza. Por lo general estos serescaminaban derechos, pero cuando les disparaban, corrían a cuatropatas con extrema rapidez, y parecían propulsarse principalmentecon los brazos.El 10 de setiembre de 1954, en una pequa población francesa llamada Quarouble, situada cerca de la frontera belga, aproximadamente a las 10,30 horas de la noche, el obrero metalúrgicoMarius Dewilde salió fuera de su casa, al oír ladrar a su perrita,y vio con estupefacción una masa oscura en la vía férrea. Actoseguido oyó unos pasos en la noche. Encendió una luz y se encontró frente a dos seres que llevaban unos enormes cascos y loque le parecieron unos gruesos trajes de buzo. Tenían anchoshombros, pero Dewilde no les vio brazos. Su estatura era de pocomás de un metro. Dewilde avanzó hacia ellos con la intención decerrarles el paso, pero apareció una luz en un costado del objetooscuro posado sobre la vía, y el hombre comprobó que no podíaefectuar el menor movimiento. Cuando recuperó el control desus miembros, los dos visitantes habían entrado en la supuestamáquina y ésta despegó.Esta observación clásica tuvo una extraña secuela, que hastaahora no se había publicado. Los investigadores privados franceses que estudiaron el caso cooperaron estrechamente con los funcionarios de la policía local, pero acudieron otros investigadoresal lugar, especialmente representantes de la policía del Ministeriodel Aire, que vinieron de París. Cuando se obtuvieron los resultados de los análisis realizados con algunas piedras calcinadasque se encontraron en el lugar donde Dewilde había visto al ob jeto, resultó que ni siquiera la Policía pudo obtener informaciónsobre los resultados de estos análisis. Por citar las propias palabras del jefe de policía local:
 
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El organismo oficial que colabora con la policía del Ministerio del Aire pertenece al Ministerio de Defensa Nacional. Estemismo hecho ya excluye cualquier posibilidad de intercambiode información.El 19 de noviembre de 1954 se hicieron públicos los hechossiguientes: la gendarmería confirmó que Dewilde había escrito unsegundo informe acerca de la observación de un objeto «en lasproximidades de su casa». (Más tarde supimos que este informedescribía en realidad un aterrizaje). No obstante, la gendarmeríadijo:Dewilde y su familia han decidido, por miedo a la publicidad adversa, no confiar a nadie este segundo incidente. Estoexplica que no fuese mencionado en la Prensa local.Además, las autoridades dijeron a los investigadores privados—cortésmente, pero sin lugar a dudas— que cualquier nueva información sobre estos incidentes sería considerada confidencialpor la gendarmería, y, por lo tanto, no podría divulgarse.Sin embargo, los informes continuaron produciéndose, y algunos de entre ellos hubieran deleitado a Paracelso. El 14 de octubre de 1954, un minero llamado Starovski afirmó haber encontrado, en una carretera de segundo orden próxima a Erchin (tambiénen el norte de Francia), a un ser extraño de pequeña estaturay figura rechoncha, con grandes ojos oblicuos y cuerpo velloso.El enano, que medía aproximadamente un metro, tenía una cabeza voluminosa y se tocaba con una gorra parda, que formaba unatira a pocos centímetros sobre los ojos. Estos eran saltones, conun iris pequeñísimo; la nariz era aplastada, y los labios, gruesosy rojos. Un pequeño detalle: el testigo no afirmaba haber vistosalir a este ser de un platillo volante ni entrar en él. Se limitó aencontrarse con la extraña criatura, desprovista, por otra parte,de cualquier tipo de aparato respiratorio. Antes de que pudierapensar en detenerla, el ser desapareció.Pasemos ahora a Italia. Seis días después del incidente anterior, el 20 de octubre de 1954, un habitante de Parradicino d'Erba,localidad próxima a Como, acababa de meter su automóvil en elgaraje cuando vio a un ser extraño, enfundado en un traje luminoso de poco más de un metro de estatura, que estaba de pie juntoa un árbol. Cuando vio al automovilista, el ser le aplicó el rayode una especie de lámpara, paralizando al testigo hasta que unmovimiento que hizo al cerrar el puño con que sujetaba las llavesdel garaje pareció devolverle el uso de sus miembros. Se abalanzó entonces sobre el extraño ser, que
se alzó del suelo
y se alejó
 
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por los aires con un suave silbido. El protagonista de esta increíble historia tenía entonces treinta y siete años y gozaba en ellugar de excelente reputación. Llegó a su casa tremendamenteimpresionado y se acostó con fiebre altísima. Los detalles delcaso se obtuvieron a través de una investigación efectuada porla Policía italiana.Once años después, los archivos de informes sobre aterrizajesy seres extraños asociados con ellos eran ya muy voluminosos.Empezó entonces una nueva oleada de informes. El 1° de juliode 1965, Maurice Masse, un agricultor francés de la localidad deValensole, protagonizó el siguiente suceso. Cuando a las seis dela mañana llegó a su campo y se disponía a poner en marcha eltractor, oyó un ruido insólito. Dirigiéndose hacia el punto dedonde procedía, vio un aparato que había aterrizado en su campode espliego. Supuso que se trataba de un prototipo y se encaminóhacia él, con intención de decir a los pilotos, en términos inequívocos, que fuesen a buscar otro terreno de aterrizaje para su armatoste. Pero, cuando llegó a unos seis metros de la máquina,pudo ver plenamente la escena y comprendió su error.El objeto era de forma ovoide, tenía una cúpula redondeada,se apoyaba en seis patas muy finas y un pivote central, y no eramayor que un automóvil. Frente a él, examinando al parecer unamata de espliego, se hallaban los dos pilotos. Vestían un traje deuna sola pieza de color gris verdoso. En el lado izquierdo de suscinturones llevaban un pequeño recipiente y en el lado derechootro mayor. Medían aproximadamente un metro de estatura ysus ojos eran humanos, pero sus orejas eran muy grandes: unastres veces mayores que una oreja humana. Prácticamente notenían boca, sólo una diminuta abertura, sin labios. No llevabanaparatos respiratorios, casco ni guantes. Mostraban unas manosnormales, pero pequeñas. Cuando Masse se acercó a ellos, pareciócomo si se diesen cuenta de pronto de su existencia, pero unode los «pilotos», sin mostrar el menor temor o sorpresa, sacóentonces un tubito de su caja y lo apuntó a Masse... con el resultado de que el testigo se encontró súbitamente incapaz de realizar el más pequeño movimiento.Durante cosa de un minuto, los dos seres miraron a Masse.Parecían cambiar vocalmente sus impresiones, en una especie de jerigonza. El testigo insistió en que estos sonidos brotaban desus gargantas, pero sin que ellos moviesen la boca. Entretanto,
los
 ojos mostraban expresiones humanas. Masse dijo a un investigador privado, en una conversación particular, que la actitud deaquellos seres no le asustó, pues mostraban mas curiosidad amistosa que hostilidad hacia él.Al cabo de cierto tiempo —que Masse estima, como he dicho,
 
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en un minuto aproximadamente—, los dos seres subieron al aparato. La puerta se cerró «como la parte delantera de un archivador de madera», pero Masse pudo seguirlos viendo a través dela cúpula. Ambos estaban vueltos de cara hacia él cuando elobjeto despegó para alejarse en dirección opuesta, deteniéndoseprimero a pocos metros de altura y elevándose después oblicuamente con la velocidad de un reactor al despegar. Cuando estuvoa unos sesenta metros de distancia, se desvaneció.El testigo fue interrogado detenidamente sobre este últimopunto por diversos científicos franceses que sentían un interésparticular por el caso, pero Masse insistió en que no podía asegurar si el objeto sealejó tan vertiginosamente que la mirada nopodía seguirlo, o si en realidad desapareció. No obstante, dejóbien sentado que «en un momento dado, el objeto estaba allí, peroal instante siguiente ya no estaba allí». Masse se quedó solo ensu campo, paralizado.El vocablo «parálisis» no es el más adecuado para describir incidentes de este tipo. Masse afirmó que permaneció conscientedurante la duración de este episodio. Sus funciones fisiológicas(respiración y pulso) no cesaron. Pero no podía moverse. Fue entonces cuando de veras se asustó. Solo en su campo, incapaz siquiera de pedir socorro, Masse creyó que iba a morir. Solamenteal cabo de unos veinte minutos empezó a recuperar el control voluntario de sus músculos y pudo volver a su casa.Este caso tiene una segunda parte. Durante varias semanasdespués del incidente, Masse estuvo dominado por una somnolencia invencible, y tanto sus familiares como los investigadoresobservaron que necesitaba dormir tanto, que le resultaba difícilpermanecer despierto más de cuatro horas seguidas. Esta es otracaracterística poco conocida de los casos de «gran proximidad».Para Masse, hombre acostumbrado a trabajar «de sol a sol»—como demuestra la temprana hora en que sucedió el episodio—,ésta fue una consecuencia del incidente muy alarmante y turbadora. Otro resultado de la publicidad que alcanzó el caso fue elgran daño que sufrió el campo de Masse, pisoteado por legionesde turistas que acudieron a ver las huellas dejadas por el aparato.Llegados a este punto, debo- añadir que Masse es un hombremuy respetado en todo el Departamento de los Bajos Alpes. Antiguo combatiente de la Resistencia, agricultor laborioso que gozade una posición desahogada, es considerado como persona absolutamente digna de confianza por parte de las fuerzas de la gendarmería, que investigaron el caso bajo la dirección del capitánValnet, de Digne. Sin embargo, este hombre nos cuenta una historia que no sólo parece fantástica, sino que es completamenteincreíble.
 
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¿Qué impresión se llevó Masse de los visitantes? Por la razónque fuese, dice él,
sabe
que sus intenciones no eran malas. No ledemostraron hostilidad, sólo indiferencia. Mientras permaneció depie frente a ellos, durante aquel largo minuto, le dominó de pronto la certidumbre de que eran «buenos»... una creencia que él nopuede explicar de una manera racional, porque en ningún momento pudo entender su extraño lenguaje.La historia es fantástica. Pero nos recuerda la del matrimonio mixto norteamericano formado por Barney y Betty Hill, * quebajo trance hipnótico explicaron que habían sido llevados a bordode un platillo volante en New Hampshire. En este caso volvemosa encontrar la misma descripción de un lenguaje extraño, de serescuya expresión era casi humana, de una abrumadora sensaciónde confianza, y ni siquiera el menor indicio de que el incidentetuviese un propósito determinado o siguiese una pauta inteligente.De considerable interés para el psicólogo es el hecho de que estosseres poseen el mismo carácter fugaz y se conducen con la mismaignorancia de las leyes de la lógica o la física que el reflejo deun sueño, los monstruos de nuestras pesadillas y las brujas denuestra infancia, de reacciones imposibles de prever. Sin embargo, sus aparatos dejan profundas huellas en el suelo, según afirman observadores que se hallaban completamente despiertoscuando se produjo el incidente, y dotados, además, de una absoluta competencia.¿Qué significado tiene todo esto? ¿Cómo se pueden reconciliar hechos aparentemente tan contradictorios? Algunos, llevadospor un loable intento, ponen en duda que valga la pena buscarconstantes, como aconsejan los métodos clásicos: «¿Es necesariamente cierto —se preguntan— que podamos detectar constantessignificativas —que tengan sentido para nuestro propio nivel deinteligencia— en la conducta de una especie superior? ¿No es másprobable que en sus acciones encontremos únicamente datos dispersos e imágenes incoherentes, que es lo que encontraría unperro puesto frente a un matemático que trazase ecuaciones enuna pizarra? De ser así, solamente después de que nuevos conceptos hayan surgido en nuestra consciencia, nuestra visión delmundo resultará súbitamente iluminada y «descubriremos» verdaderamente lo que significa su presencia entre nosotros. Y si esuna especie superior la que en efecto origina lo que actualmenteobservamos bajo la forma del fenómeno OVNI, ¿no será precisamente con el propósito de cambiar el curso del destino humanoal ofrecernos pruebas de nuestras limitaciones, tanto en el terrenotécnico como intelectual?
* Caso publicado por esta Editorial bajo el titulo de El viaje Interrumpido, de
 
John G. Fuller, colección «Otros Mundos».
 
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Esta teoría, que ha sido formulada en particular por el escritor científico francés Aimé Michel en varios libros y artículosexcelentes, es, tal vez, la más intrigante que se ha expuesto hastala fecha. Sin embargo, no trata de responder a la pregunta acercade la naturaleza de estos objetos.Hijos de lo Desconocido... si no son reales, ¿debemos considerar estos rumores como señal de que algo ha cambiado en laimaginación humana, poniendo bajo una nueva luz zonas vírgenesde nuestro «inconsciente colectivo»? Acaso no sean más que hijosde nuestra fantasía, y nuestro amor por ellos parejo al que sentimos por el Príncipe y la Cenicienta. Pero también pueden serreales. La ciencia moderna sólo extiende su dominio sobre ununiverso muy exiguo, que no es más que una variación particularde un tema infinito.Sea como fuere, es importante comprender qué necesidad satisfacen estas imágenes, por qué este conocimiento nos parece tanemocionante y al mismo tiempo nos aflije tanto. Este es el objetode este libro.
NOTAS AL CAPITULO PRIMERO1. Pierre Honoré, L'Enigme du Dieu Pre-Colombien [Plon, París).2. Isaías 13:5.3. Salmos 68:17.4. Maladostz (Minsk) Review, 8 (1965), pp. 126-128.5. Jacques Vallee, Anatomy of A Phenomenon (Regnery, Chicago: 1965).6. Boletín de C.B.A. Association (Yokohama), III, 1 (1964).7. Pierre Bolastuau, Histoires Prodigieuses (C. Mace, Parfs: 1575).8. Ibid. (1594), p. 614.9. St. Jerome, Lite of Paulus the First Hermit, traducido por W. H. Free-mantle, capítulo VIII.10. Andrew Tomas, «Science or Science-fiction In Antiquity», AustralianUFO bulletin (marzo, 1958).11. Agobard, Liber de Grandine et Tonitruis, capítulo XI.12. Ezequiel 1:13.13. Montfaucon de Villars, Comte de Gaballs, ou Entretiens sur les Sciences Secretes (Claude Barbin, Paris: 1670), p. 297.14. A. H. Clough, Introduction to Plutarch's «Lives».15. Ibid.16. Jerome Cardan, De subtilitate, XIX. Se encuentra en los comentarios
 
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a Montfaucon de Villars, op. cit. Véase también la edición Health Research(Mokelumme Hill, Calif.), donde está reproducido.17. Otto Binder, «Our Space Age», Bell McClure Syndicate.18. William T. Powers, «El aterrizaje de Socorro», «Los humanoides»,E. Pomaire, Barcelona (1967). p. 179.
 
CAPÍTULO II
EL BUEN PUEBLO
 La imaginación del hombre, como todas las
 
 facultades conocidas, funciona de acuerdo
 
con leyes fijas cuya existencia y operativi
 
dad es posible seguir, y actúa sobre el mis-mo material: el universo exterior, la consti-tución mental y moral del hombre y sus re-laciones sociales. En consecuencia, por 
 
diversos que puedan parecer a primera vista
 
los resultados que se encuentran entre los
 
cultos europeos y los salvajes ho tentes, los
 
 filosóficos hines y los pieles rojas del Fa
 
West, examinados de cerca presentan unos
 
rasgos absolutamente idénticos.Edwin S. Hartland:
La ciencia de loscuentos de hadas: un estudio sobre lamitología de las hadas.Fue aquél un día insólito para el Laboratorio de Alimentacióny Medicina del Departamento de Sanidad, Educación y BienestarPúblico de los Estados Unidos. Ahí es nada: el Ministerio delAire había solicitado el análisis de un pedazo de torta de trigo quehabía sido cocida... ¡a bordo de un platillo volante! El ser humano que había obtenido la torta se llamaba Joe Simonton, de sesenta años, tenía una granja avícola y vivía solo en una casitasituada en Wisconsin, en las cercanías de Eagle River. Le dierontres tortas, comió una de ellas y opinó que, «parecía de cartón».El Ministerio del Aire emitió un dictamen más científico:La torta estaba compuesta de grasa hidrogenada, almidón,cascarilla de trigo negro o sarraceno, cascarilla de soja y salva-
 
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do. Los índices de bacterias y radiaciones eran los normalespara el pan integral. Con esta muestra se efectuaron variaspruebas químicas e infrarrojas de tipo destructivo. El Laboratorio de Alimentación y Medicina del Departamento de Sanidad,Educación y Bienestar Público de los Estados Unidos llegó a laconclusión de que la muestra analizada pertenecía a una tortaordinaria de origen terrestre,¿De dónde procedía? El lector tendrá que decidir por sí mismolo que prefiere creer, cuando termine la lectura de este segundocapítulo. Empieza con el incidente de Eagle River porque se tratade un relato de primera mano, hecho por un hombre de absolutasinceridad. Hablando como portavoz de las Fuerzas Aéreas, eldoctor J. Alien Hynek, que investigó el caso junto con el comandante Robert Friend y un oficial de la Base Aérea de Sawyer, declaró: «No hay duda de que Mr. Simonton se hallaba convencidode que su contacto fue un hecho real.»La hora fue aproximadamente las once de la mañana del 18de abril de 1961. Joe Simonton se vio atraído al exterior por uncurioso ruido, parecido al que harían «unos neumáticos de cubierta rugosa sobre un pavimento húmedo». Al salir al patio de sucasa, se dio de manos a boca con un objeto discoidal, plateado,«que brillaba más que si estuviese cromado», y que parecía cernerse muy cerca del suelo, pero sin tocarlo. El objeto tenía casicuatro metros de alto por unos nueve de diámetro. Se abrió unaportezuela a metro y medio del suelo, y Simonton vio a tres hombres dentro del aparato. Uno de ellos vestía un traje negro de dospiezas. Los ocupantes tenían una talla aproximada de 1.50 metros. Muy bien afeitados, en opinión de Simonton «parecían italianos», pues eran de tez morena, pelo negro y vestían trajes ajustados con cuello de cisne y gorros de punto.Uno de los hombres levantó una jarra hecha, al parecer, delmismo material que el platillo. Joe Simonton interpretó este gestocomo indicación de que necesitaban agua. Tomó el jarro, entró ensu casa y lo llenó. A su regreso, vio que uno de los hombres delinterior del platillo estaba «friendo algo en una parrilla que nodespedía llamas». El interior de la nave era negro; «tenía el color del hierro forjado». Simonton pudo ver varios tableros de instrumentos y oyó un suave zumbido, semejante al que produciríaun generador. Cuando señaló la parrilla, demostrando su interéspor lo que estaban tostando, uno de los hombres, que vestía también de negro pero lucía una tirita roja a lo largo de los pantalones, le ofreció tres tortas, de unos 8 cm. de diámetro y quepresentaba pequeños orificios.Toda esta curiosa escena no duró más de cinco minutos. Por
 
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último, el individuo más próximo al testigo aseguró una especiede cinturón a un gancho que llevaba en su traje y cerró tan perfectamente la escotilla que a Simonton le costó trabajo distinguirsu contorno. Entonces el objeto se elevó a unos seis metros dealtura antes de salir disparado como una flecha hacia el Sur,ocasionando una ráfaga de aire que hizo inclinarse a algunos pinospróximos.El testigo recuerda que el borde del disco mostraba una especie de tubos de escape de quince a diecisiete centímetros dediámetro. La puerta medía casi dos metros de altura por unossetenta centímetros de ancho, y aunque el objeto fue descritosiempre como un platillo o un disco, en realidad era como dosbolos encarados.Los dos ayudantes enviados por el sheriff Schroeder al lugardel hecho, no consiguieron encontrar ninguna prueba que corroborase la historia de Simonton, al que ellos conocían hacía catorce años. El sheriff afirmó que evidentemente el testigo creíaen la verdad de lo que había relatado, y hablaba con gran sensatez del incidente.
AUMENTOS DEL PAÍS DE LAS HADAS
El caso de Eagle River aún está calificado como insoluble. ElMinisterio del Aire cree que Joe Simonton, que, como hemos dicho, vivía solo, se puso súbitamente a soñar despierto e insertósu sueño en su medio ambiente natural, del que se hallaba perfectamente consciente. Tengo entendido que varios psicólogos deDayton (Ohio), sede a la sazón del Proyecto Bluebook, se dan pormuy satisfechos con esta explicación, que también aceptan losmás serios de entre los ufólogos aficionados. Por desgracia, laufología, * como la psicología, se ha convertido en una disciplinatan especializada, que sus respectivos expertos no tienen tiempopara formarse una cultura general. Se hallan tan atareados racionalizando los sueños ajenos, que han llegado a perder la facultadde soñar y el gusto por los cuentos de hadas. Si los leyesen, talvez mirarían con una mayor atención a Joe Simonton y sus tortas. Así se enterarían de la existencia del Pueblo y los alimentosdel País de las Hadas.Un norteamericano llamado Wentz, autor de una tesis sobrelas tradiciones célticas en Bretaña, dedicó, en 1909, mucho tiempo a recopilar consejos populares sobre seres sobrenaturales, suscostumbres, sus contactos con los hombres, y sus alimentos.1En
De UFO, Unidentified flying objects, objetos volantes no Identificados.
 
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su obra recoge la historia de Pat Feeny, un irlandés del que sólosabemos que «llevaba una vida muy desahogada antes de la épocamala», frase que sin duda se refiere al hambre de 1846-1847. Undía se presentó en su casa una mujercita, que le pidió un pocode harina de avena.Paddy tenía tan poca, que sintió vergüenza de ofrecérsela,por lo que prefirió darle algunas patatas, pero como ella queríaharina de avena terminó por darle toda la que poseía. Ella ledijo que la pusiese otra vez en el cazo, que ya volvería a porella. El así lo hizo, y a la mañana siguiente el cazo se hallabacolmado de harina. La mujer pertenecía al Pueblo.Es una lástima que Paddy no guardase esta valiosa muestrapara ofrecerla al Departamento de Sanidad, Educación y Bienestar Público (Laboratorio de Alimentación y Medicina) de los Estados Unidos. Tal vez este organismo hubiera podido explicar elmilagro de la multiplicación de la harina de avena, junto conotras peculiares propiedades de los alimentos de las hadas, puesen Irlanda es bien sabido que al que se lo llevan las hadas debeabstenerse de probar los alimentos que éstas le ofrezcan en su palacio. Si tal hiciere, jamás regresará y se convertirá en un miembro más del Pueblo.Resulta interesante el hecho de que el análisis realizado parael Ministerio del Aire no señale la presencia de sal en las tortasque fueron ofrecidas a Simonton. Un irlandés muy conocedor delas costumbres del Pueblo dijo a Wentz que «ellos nunca prueban nada que tenga sal, sino que únicamente comen carne frescay beben agua pura». Agua pura es lo que los «extraterrestres»pidieron a Simonton.La cuestión del alimento es uno de los puntos más frecuentemente tratados en el legendario céltico tradicional, al lado de losrelatos muy bien documentados de niños raptados por los elfosy de los animales terrestres que ellos cazan y se llevan. Pero antes de que estudiemos este abundante material, conviene que demos algunos datos más sobre la misteriosa gentecilla que los irlandeses llaman el Pueblo, y los escoceses, el Buen Pueblo o laBuena Gente
(Sleagh Maith):
El Pueblo es una raza apuesta y numerosa que vive en el mary las montañas, y sus miembros son muy buenos vecinos. Losmalos no pertenecen al Pueblo; son los ángeles caídos y vivenen los bosques y el mar.dice uno de los informantes de Wentz.Patrick Water describe así a un «hado»;
 
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Un grupo de muchachos que se hallaban en la campiña vioun dia a un hado tocado con un gorro rojo. Salvo por su estatura, era como un hombre corriente. Pero no pasaba de unmetro. Los muchachos lo rodearon, pero él se puso a farfullarde tal manera que lo dejaron. Entonces él desapareció, alejándose en dirección al viejo fuerte.Después de 1850, pocos lugares había, en Francia o Inglaterra,donde aún se pudiesen ver hadas. Todos los autores de cuentosy los almanaques populares se muestran de acuerdo en que estagentecilla se hacía cada vez más tímida a medida que la civilización avanzaba. Sin embargo, Wentz indica algunos lugares quese han preservado. Entre ellos están el valle del Yosemite en California y la comarca de Ben Bulben y Rosas Point en el condadoirlandés de Sligo. Se sabe que los videntes de Dublin han efectuado muchos viajes a Ben Bulben, que es una famosa montañaperforada por curiosas grutas. Al mismo pie de esta montaña,«mientras los espesos bancos de niebla blanca cubren Ben Bulbeny las cumbres vecinas», según contaron a Wentz, ocurrió el incidente que relatamos seguidamente:Cuando yo era joven solía ir a pescar truchas o a cazar aesas montanas. Y en un día frío y seco de enero, en que paseaba al pie de Ben Bulben con mi escopeta y un amigo, vimosambos a uno del Pueblo por primera vez... Este vestía de azuly se tocaba con un sombrero adornado por lo que parecíanser cintas. Cuando se acercó a nosotros, me dijo con voz dulcey argentina:Cuanto menos vengáis a esta montaña, mejor, amigo, aquí hay una damisela que quiere robaros.A continuación nos dijo que no disparásemos nuestras armas,porque al Pueblo le molesta el ruido. Nos pareció que era unaespecie de soldado del Pueblo que estaba de guardia. Cuandonos alejamos de la montaña, lo nicimos sin mirar atrás, comoél nos "había ordenado.Wentz pidió entonces una descripción del Pueblo, y su informante le dijo lo siguiente:Esta gentecilla es magnífica, la mejor que yo conozco. Sonmuy superiores a nosotros, y por esto se llaman a sí mismos elPueblo. No son una clase trabajadora, sino una clase militar yaristocrática, altos y de noble apariencia. Constituyen una especie distinta intermedia entre la nuestra y la de los espíritus,según me han confiado. Sus poderes son tremendos... «Podríamos eliminar a la mitad de la especie humana, pero no queremos
 
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hacerlo —dicen—. porque esperamos la salvación.» Y yo conocí a un hombre, hace tres o cuatro años, al que ellos dejaronparalizado. Tienen una vista tan penetrante, que creo que escapaz de atravesar la tierra. Su voz es argentina, y hablan rápidamente pero con dulzura.El Pueblo vive en el interior de las montañas en hermososcastillos, y posee numerosas ramificaciones en otros países,especialmente en Irlanda. Algunos de ellos viven cerca de Dublin,en los montes Wicklow. A semejanza de los ejércitos, tienen suscuarteles y van del uno al otro. Mi guía e informante me confióen una ocasión que él mandaba un regimiento.Viajan mucho y pueden aparecer en París, Marsella, Ñapóles,Génova, Turin o Dublin como personas corrientes, y hasta engrupos. Sienten especial predilección por España, el sur de Francia
V
la Europa meridional.El Pueblo demuestra un gran interés por los asuntos de loshombres, y siempre se ponen de parte de la justicia y el derecho. A veces pelean entre ellos. Raptan a personas jóvenes einteligentes que les interesan. Se apoderan de ellos en cuerpo yalma, y metamorfosean aquél en uno de los suyos.Una vez, les pregunté si se hallaban sujetos a la muerte y mecontestaron negativamente, diciendo que se mantenían siempre jóvenes. Cuando alguna de las personas raptadas por ellosprueba su comida, ya no puede regresar. Nunca comen nada salado, únicamente carne fresca y agua pura para beber. Se casany tienen hijos. Y cualquiera de ellos puede contraer matrimoniocon una mujer mortal buena y pura.Pueden aparecerse bajo distintas formas. Una vez, se meapareció uno que apenas tenía un metro de altura y era de complexión robusta, pero me dijo: «Soy mayor de lo que tú ahorame ves. Podemos rejuvenecer a los viejos, empequeñecer a losgrandes y engrandecer a los pequeños.»Ahora que ya hemos refrescado la memoria del lector acercadel Pueblo, quizás éste nos perdonará por llevar un poco máslejos aún el paralelo iniciado entre el folklore de las hadas y laufología. El incidente de Eagle River volverá a darnos motivopara nuevas reflexiones.Las tortas entregadas a Joe Simonton estaban compuestas, entre otras cosas, de cascarilla de trigo negro. Y éste se halla íntimamente asociado con las leyendas bretonas. Precisamente la ar-moricana es una de las regiones célticas más conservadoras. Enesta región de Francia aún es bastante común la creencia en hadas
(feas),
 
si bien al principio de siglo Wentz y Paul Sébillot2tuvieron gran dificultad en encontrar bretones que asegurasen habervisto
 fées.
Una de las peculiaridades que ofrece el folklore bretón es presentar asociadas a las
 fées o korrigans
con una razade seres llamados
 fions.
En nuestro capítulo sobre la comunidad
 
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secreta prestaremos más atención a los
 fíons;
aquí únicamentequiero llamar la atención del lector hacia una leyenda particularmente bella acerca de los
 fíons
y las tortas mágicas de trigonegro.Parece ser que érase una vez una vaca negra perteneciente aunos pequeños
 fíons
que habitaban en una gruta, que asoló elcampo de trigo negro de una pobre mujer. Al comprobar el daño,la mujer prorrumpió en amargas lamentaciones. Entonces los
 fíons
 hicieron un pacto con ella: ellos se ocuparían de que nunca lefaltasen tortas de trigo negro, a condición de que guardase silencio. Efectivamente, la mujer y su familia descubrieron conasombro que su provisión de tortas era inagotable. Mas, por desgracia, un día la mujer dio parte de una torta a un hombre, revelándole el secreto de su origen mágico, y la familia tuvo que volver a hacerse tortas de trigo negro según los métodos ordinarios.¿Es necesario que recuerde al lector que la Biblia tambiénofrece unos cuantos ejemplos de alimentos mágicos, igualmenteinagotables? Asimismo, encontramos estrechos paralelos en historias narradas por personas reales. Como botón de muestra va elsiguiente relato, recogido por Hartland:Un hombre que vivía en Ystradfynlais, en el Brecknockshire,salió un día en busca de sus vacas y ovejas, que pacían en lamontaña, y no regresó. Transcurridas tres semanas, cuando yase había abandonado la búsqueda y su mujer lo daba por muerto, volvió a su casa. Su mujer le pregunto dónde había estadodurante las últimas tres semanas. «¿Tres semanas? ¿A tres horasllamas tres semanas?», repuso él. Cuando ella le instó a que leexplicase dónde había estado, le dijo que había estado tocandola flauta (que siempre se llevaba consigo a la montaña) en unlugar llamado Llorfa, cercano al estanque de Van, cuando depronto se vio rodeado por unos hombrecillos que se fueronacercando a él, hasta encerrarlo en un pequeño círculo. Entoncesse pusieron a cantar y bailar, y esto le emocionó tanto queestuvo a punto de desvanecerse. Después le ofrecieron unos pastelillos, de los que él comió, y aseguró que nunca había gozadotanto en su vida.3Wentz recoge también algunos relatos acerca de la comida delas hadas. Recopiló estas narraciones durante sus viajes por lasregiones célticas, a principios del siglo actual. John Mac Neil, deBarra, un viejo que no hablaba inglés, contó a Michael Buchanan,quien tradujo del gaélico para Wentz, un precioso cuento sobreuna joven que fue arrebatada por las hadas.Las hadas, dijo, se llevaron a esta joven a su morada y leordenaron que cociese tortas de avena. Pero fuese cual fuese la
 
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cantidad de comida que ella sacaba de la alacena, en el estantequedaba siempre la misma cantidad. Y ella no podía dejar de cocer, hasta que el viejo marido del hada se apiado de ella y le dijo:Estoy seguro de que estás harta de vivir aquí y anhelas de jamos. Te airé mo debes hacer para que tu deseo se cumpla.Recoge todas las migajas de las tortas que caigan al suelo después de cocerlas, guárdalas en la alacena y eso obligará a mimujer a despedirte.Naturalmente, la joven hizo lo que el viejo le había indicadoy consiguió escapar. John Mac Neil, que tenía entre setenta y ochenta años, no fijó la fecha de este relato, pero como aseguró quela propia joven le contó su aventura, hay que suponer que éstatuvo lugar en la segunda mitad del siglo xlx.Las personas de mentalidad científica miran con indignacióntales historias. Cuando se preguntó a un grupo de estudiosos delfenómeno OVNI qué opinaban acerca del incidente de Eagle River, sus componentes declararon que no se proponían analizar lastortas, ni hacer nuevas averiguaciones, pues tenían cosas muchomás importantes que investigar. Dos semanas después de la observación, Joe Simonton dijo a un periodista de la United PressInternational que «si aquello volviese a ocurrir, no se lo contaríaa nadie». A decir verdad, si los platillos volantes fuesen aparatosprocedentes de una civilización cósmica supercientífica, cabría esperar que estuviesen abarrotados de instrumentos electrónicos,superradares y enormes computadores espía. ¡Pero visitantes deforma humana, que respiran nuestro aire y transportan consigococinillas volantes, esto ya es demasiado, Mr. Simonton!Existe la idea de que los visitantes procedentes de las estrellas no tienen que ser humanos, ni siquiera humanoides. ¿Cómoosarían presentarse aquí sin haber recibido una cortés invitaciónenviada por nuestros potentes radiotelescopios? Durante siglos,nos dedicaríamos únicamente a trocar una información de carácter altamente científico a través de primorosos circuitos y mediante códigos complicadísimos. Y aun en el caso de que viniesena la Tierra, lo más seguro es que aterrizasen en Washington, D.C.,donde serían recibidos por el presidente de los Estados Unidosy los «ufólogos científicos». Se intercambiarían regalos. Nosotrosles ofreceríamos libros sobre exobiología, y ellos nos darían fotografías de nuestro sistema solar tomadas desde sus observatoriosespaciales. ¿Pero tortas de pan moreno perforadas y con sabor acartón? ¡Vamos, Mr. Simonton, no sea usted tan paleto!Y, con todo, no hay duda de que Joe Simonton está completamente convencido de que vio al platillo volante, la parrilla que
 
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no despedía llamas y a los tres hombres. Él les dio agua pura yellos le ofrecieron tres tortas. Si reflexionamos sobre este sencillísimo suceso, del mismo modo como los folkloristas lo han hecho con las historias que antes hemos citado, no podemos soslayar una posibilidad: la de que el encuentro de Eagle River ocurrió así efectivamente, y que tuviese el significado de una ceremonia sencilla, pero solemne.Esta última teoría fue muy bien expresada por Hartland, cuando, refiriéndose al intercambio de alimento con las hadas, dijolo siguiente:En casi toda la Tierra se considera que el rito de la hospitalidad comporta ciertas obligaciones a quien los recibe, uniéndolo con lazos especiales al que lo otorga. E incluso en los lugaresdonde no se conoce la noción de hospitalidad el hecho de participar en una comida común se ha considerado a menudo comosímbolo de una unión altamente sagrada, si es que no constituía ya esta unión.En los banquetes de bodas y otros ágapes tradicionales, presididos por la gastronomía, este significado aún perdura con bastante claridad, incluso teniendo en cuenta que el valor simbólicode estos acontencimientos se haya perdido para la mayoría denuestros contemporáneos. Hartland incluso llega a apuntar quela costumbre de enterrar a los muertos con ofrendas de comidaacaso pudiera tener alguna relación con la creencia, muy difundida, de que hay que disponer de provisiones de boca terrestrespara cuando se llegue al país de las hadas, o renunciar para siempre a la vida mortal. Y la verdad es que tanto en las antiguascomo en las modernas tradiciones, la morada de donde procedennuestro visitantes sobrenaturales se confunde a veces con el reinode los muertos. Este es, sin embargo, un punto discutible, porquelo mismo puede decirse de los «visitantes» procedentes del cielo.Los teólogos, que discuten sobre la naturaleza de los ángeles, losaben muy bien. Pero al menos la idea de alimento nos proporciona otra conexión. Vale la pena leer un pasaje de la Biblia ala luz de las observaciones que hace Hartland sobre el rito de lahospitalidad:Haré traer un poco de agua para lavar vuestros pies y descansaréis debajo ael árbol, y traeré un bocado de pan y os confortaréis; después seguiréis, pues no en vano habéis llegadohasta vuestro siervo. Ellos contestaron: «Haz como has dicho.»Y tomando leche cuajada y leche recién ordeñada y el ternero ya dispuesto, se lo puso todo delante, y él se quedó junto aellos, debajo del árbol, mientras comían.4
 
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Y según el Génesis 19:3, Lot se llevó a su casa a los dos ángeles que encontró a las puertas de Sodoma, «donde les preparóde comer, y coció panes ácidos y comieron». Así es que, a fin decuentas, el relato de Joe Simonton pudiera ser una ilustraciónmoderna de la recomendación bíblica: «No olvidéis acoger a losextranjeros, pues a veces algunos han recibido a ángeles sin saberlo.»
ANILLOS AL CLARO DE LUNA
Esta sección está dedicada a diversos tipos de estructuras quela mentalidad popular considera de origen sobrenatural. «Anillos»de hadas * y «nidos» de platillos entran evidentemente en esta categoría. Aunque estos fenómenos son considerados como casos«marginales» por los especialistas en OVNIS, creo que los nidosmerecen algo más que una atención superficial, y deberíamos considerarlos a la luz de creencias tradicionales muy concretas acercadel significado de los «círculos mágicos» que durante siglos losagricultores han encontrado en sus campos. La literatura sobreesta cuestión es, por supuesto, abundante, por lo que únicamenteseleccionaremos unos cuantos casos como ejemplo y antecedentede una más detallada discusión del tema en capítulos posteriores.Al anochecer del jueves 28 de julio de 1966, Monsieur Lacostey su esposa se hallaban paseando por las afueras de Montsoreau,en el Departamento francés de Maine-et-Loire. Súbitamente, vieron una esfera roja que cruzaba el cielo como un meteoro. Sinembargo, su comportamiento no era el propio de un meteorito,pues pareció tocar el suelo para elevarse de nuevo —sin perder sucolor rojo brillante— y permanecer suspendida unos momentos auna altura media, antes de perderse de vista. Se indagó si enaquella zona se efectuaban pruebas militares: el resultado fuenegativo.Al día siguiente, un campesino de Montsoreau llamado AlainRouillet declaró que una zona de nueve metros cuadrados de sucampo de trigo había sido aplastada y recubierta con una sustancia amarillenta y oleosa. Las investigaciones que se efectuaronproporcionaron detalles adicionales sobre la identidad de los testigos y dieron fuerza a la suposición de que allí había aterrizadoun objeto fuera de lo corriente. Lacoste ejerce la profesión defotógrafo en Saumur, mas, por desgracia, no llevaba una cámaraconsigo en el momento del incidente. Afirmó que la luz que des
* En España se les llama corros de brujas, y son causados por los mlcelos de
 
unos hongos. N. del T.
 
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prendía la esfera era tan intensa, que iluminó toda la campiña.Dijo que la esfera se cernió inmóvil durante unos segundos, paramaniobrar después y acercarse al suelo. El testigo estaba segurode que se trataba de un aparato militar teledirigido, y se acercóa pie hasta una distancia de cuatrocientos metros del objeto, quese alejó y se perdió de vista detrás de un bosque. La duracióntotal de la observación fue de cuatro minutos.Medio año antes, una oleada de observaciones similares saltóa las primeras páginas de los diarios australianos,
¡
más
 
nidos
 
de
 
platillos
 
volantes
!,
se leía en grandes titulares en la primeraplana del
Sydney Sun Herald 
del 23 de enero de 1966. Habíansido descubiertos tres nidos en Queensland; eran unos claros circulares formados por cañas muertas, rodeadas de cañas verdes.Centenares de curiosos se dedicaban a buscar más nidos despuésde que estas primeras noticias fueron publicadas.Pocos días antes, el 19 de enero, a las nueve de la mañana, uncultivador de plátanos de veintisiete años llamado George Pedleyconducía un tractor en las cercanías de un pantano llamado Horseshoe Lagoon cuando de pronto oyó un fuerte silbido. «Parecíaaire escapando de un neumático», dijo. Acto seguido, veinticincometros más allá de donde estaba, vio elevarse una máquina delpantano. Era gris azulada, de unos siete metros y medio de diámetro y cerca de tres metros de altura. Estaba animada de unmovimiento rotatorio y se elevó a una altitud de unos veinte metros antes de alejarse. «El incidente no duró más que unos segundos; el aparato se alejó a velocidad terrorífica», manifestóPedley. Dirigiéndose al lugar de donde se había elevado el disco,descubrió el primero de los nidos, con las cañas aplastadas endirección de las agujas del reloj.El
Sydney Sun Herald 
envió a un reportero, Ben Davie, paraque investigase la observación, y se descubrió que docenas de personas de aquel territorio habían visto extraños aparatos en formade platillo parecidos al que observó Pedley, y la mayoría de ellos
antes
del 19 de enero. Davie localizó un total de cinco nidos ypublicó la siguiente descripción:Vi claros en los cañaverales, en los lugares donde «ellos»habían despegado; eran como todo el mundo los ha descrito.Dentro de un círculo de aproximadamente diez metros de diámetro^ las cañas habían sido rotas y aplastadas formando unremolino en el sentido de las agujas del reloj. Uno de estos nidoses una plataforma flotante compuesta por raíces con terrronesde fango y hierbas, arrancadas, al parecer, por una fuerza tremenda, del fondo fangoso, cubierto por metro y medio de agua.
 
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El segundo y tercer nidos fueron encontrados por Tom Warren, un cultivador de caña de azúcar de Euramo, y Mr. Penning,un maestro de escuela de Tully, respectivamente. Se encontrabana unos veinticinco metros del primero, pero ocultos por la tupidamaleza. En el tercer nido, que parecía muy reciente, las cañasestaban aplastadas en sentido inverso a las agujas del reloj. Todaslas cañas estaban muertas, pero no habían sido chamuscadas niquemadas. Una extensión herbosa, que formaba un cuadrado depoco más de un metro de lado y se encontraba a menos de unmetro del primer disco, había sido recortada al nivel del agua,lo cual añadía al asunto un nuevo toque de misterio. Los círculosvariaban en diámetro de 2,50 metros a cerca de 10 metros. Entodos ellos, salvo en los más pequeños, las cañas aparecían aplastadas en el sentido de las agujas del reloj.Ni que decir tiene que la Policía recogió muestras para analizar, acudieron científicos con contadores Geiger y las RealesFuerzas Aéreas australianas enviaron a oficiales de sus Serviciosde Información. Algunos de los rumores que circularon echabanla culpa de lo sucedido a los soviéticos, diciendo que éstos se servían de los grandes espacios abiertos de Australia para ensayaraparatos revolucionarios, que llevaban uno o dos siglos de adelanto a los de los americanos. Nadie explicó, sin embargo, por quélos rusos no podían realizar sus pruebas secretas en las inmensidades de Siberia, prefiriendo efectuarlas ante los atónitos ojos delos granjeros australianos. Ni tampoco fue revelado por qué lospilotos del arma supersecreta comunista no pudieron resistir a latentación de efectuar una pasada sobre el tractor del joven cultivador de plátanos.Afortunadamente, se disponía de varias explicaciones naturales para la observación o los nidos, si bien únicamente una hipótesis era aplicable a ambos. Esta hipótesis fue formulada por unlector del
Sydney Sun Herald,
el cual la publicó con fecha 30 deenero. En su carta al periódico, este lector afirmaba que el «pánico espacial» de Queensland había sido causado por «un ave asustadiza de gran talla y de plumaje azul con marcas rojas en lacabeza». Podía ser una variedad de grulla Brolga australiana ouna garza azul, pero el lector en cuestión no conocía su nombrecientífico. Dijo que muchas veces, mientras paseaba descalzo poresta región pantanosa, había visto bailar a estas aves, pero sealejaron volando a gran velocidad al oír que él se aproximaba.«Parecían una vaporosa nube azul y, desde luego, su vuelo producía un agudo chirrido.» Desgraciadamente para esta bonita e imaginativa teoría, no obtuvo el refrendo del Museo Australiano.H. J. Disney, ornitólogo adscrito a este Museo, opinaba que lasBrolgas no podían hacer depresiones circulares de contornos si
 
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métricos. Se mostró también escéptico ante la «teoría de la fochade cabeza calva» expuesta por un residente de Gooloogong llamado Ken Adams. «Nunca oí decir que la focha tuviese tal costumbre», comentó Disney.Donald Hanlon, uno de los especialistas mejor informados eneste terreno, me señaló que los habitantes de la región habíanformulado otra teoría para explicar los nidos: éstos eran los «campos de juego de cocodrilos en celo». Comparto plenamente el escepticismo de Hanlon acerca de esta última «explicación», porqueno sería en absoluto válida para los nidos idénticos encontradosen Ohio, que comentaremos a continuación, ni al trigal aplastadode Montsoreau. Un habitante de Queensland, Alex Bordujenko, especialista en cocodrilos, afirmó que las cañas crecían demasiadoespesas en Horseshoe Lagoon para que los cocodrilos pudiesenmoverse entre ellas.Y esto nos lleva a la siguiente y paradójica situación: algunaspersonas afirman que unas grullas danzantes han inclinado unascañas que crecen tan espesas que los cocodrilos no pueden avanzar entre ellas. ¿Qué fue lo que causó estos aplastamientos circulares? Nadie lo sabe.Mientras aquel miércoles por la noche volvía de camino a sucasa, George Pedley decidió no hablar a nadie de la «astronave»que había visto en el pantano. No distinguió ventanillas ni antenas en el objeto gris azulado, ni señales de vida dentro o fueradel mismo. Por si fuese poco, se había reído siempre de las historias de platillos volantes. Pero cuando se encontró con Albert Pen-nisi, el propietario de Horseshoe Lagoon, no pudo por menos decontarle lo que había visto. Se quedó de una pieza cuando Pennisile creyó sin titubeos, y le dijo que había estado soñando duranteuna semana que un platillo volante se posaría en sus propiedades. Este último detalle coloca a los nidos de Queensland dentrode la mejor tradición de la fe en las hadas.Epoca: seis meses antes de los sucesos de Queensland. Lugar:Delroy, Ohio, en los Estados Unidos. El 28 de junio de 1965, ungranjero llamado John Stavano oyó una serie de explosiones. Dosdías después, descubrió una curiosa formación en sus tierras.Cuando fueron analizadas, las muestras de suelo y trigo no mostraron señales de causa explosiva5. Las plantas de trigo parecíanhaber sido aspiradas, como las cañas desarraigadas de Queensland, o la hierba, igualmente desarraigada, a raíz de un aterrizajefrancés ocurrido en 1954 en Poncey6.El incidente de Ohio fue minuciosamente investigado porA. Candusso y Larry Moyers, del Flying Saucer Investigating Committee7, que fueron acompañados por Gary Davis. Examinaron laextraña formación circular en las tierras de Stavano, situadas en
 
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un punto elevado. En el centro del círculo había una depresión,asimismo circular, de unos 70 cm de diámetro. Hundieron en ellauna barra, pero se encontró únicamente tierra suelta hasta unaprofundidad de 23 centímetros. Gran parte del trigo había sidoextraído con sus raíces, y sobre el lugar aparecían terrones devarios centímetros de largo. El trigo estaba tendido como los radios de una rueda; no había efecto indicador de rotación comoen los nidos de Tully.Si de Australia y Ohio pasamos a Inglaterra, nos encontramoscon otro incidente:El 16 de julio de 1963 se recordará por mucho tiempo en losanales de la Ufología británica. Algo pareció haber aterrizadoen el campo del agricultor Roy Blanchard, situado en la granjaManor, en la localidad de Charlton en el Wiltshire. Quien descubrió las huellas en el suelo fue un bracero llamado Reg Alexander. Se hallaba en la confluencia de un campo de patatas yuna plantación de cebada. Las huellas consistían en una depresión en forma de platillo o cráter de 2.50 m de diámetro yunos 10 cm de profundidad. En el centro de esta depresión seencontró un agujero de casi un metro que en unos informes tieneunos 12 cm ae diámetro y en otros 30 centímetros. Partiendoradialmente del orificio central había cuatro surcos de 120 mde largo por 30 cm de ancho. El objeto debió de aterrizar —siefectivamente aterrizó— sin ser visto por nadie, pero Mr. Leonard Joliffe, lechero de la granja, afirmó haber oído una mañana, aproximadamente a las seis, «una detonación».8El 23 de julio, el
 Daily Express
de Londres informó que casidos semanas antes, el 10 de julio, el inspector de policía Anthony Penny vio un objeto de color anaranjado que cruzó el cielocomo una exhalación para desvanecerse cerca del campo de lagranja Manor. A la vista de esta limitada información, pareceríaprudente suponer que el cráter de Charlton fue causado por unmeteorito. Cuando efectivamente se recuperó un pequeño fragmento metálico en el fondo del orificio central del cráter, el astrónomo inglés Patrick Moore declaró ante los micrófonos de laBBC que el cráter había sido causado por un «meteorito del tamaño de un camarón», que al chocar contra el suelo a elevadavelocidad produjo los mismos efectos de un potente explosivo.Esto puso punto final al misterio por lo que al público ilustradose refería. Pero la verdad del asunto, que llegó a ser conocidaúnicamente por los pocos científicos que siguieron ahondando enel caso, y por los ingenieros militares encargados de la investigación, era totalmente distinta.El agricultor Roy Blanchard avisó a la Policía, que, a su vez,
 
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JACQUES VALLEE
comunicó el suceso al Ejército. Casi todas las investigaciones enel terreno estuvieron dirigidas por el capitán John Rodgers, jefede la unidad de artificieros del Ejército encargados de desarmarbombas. En su informe preliminar indicaba que no se encontraron huellas de quemadura o de colisión, ni señales de explosión. Y mientras el capitán Rodgers declaraba que tanto él comosus superiores estaban desconcertados, Roy Blanchard hizo nuevas revelaciones:No ha quedado traza de las patatas y la cebada que crecíanen el lugar donde ahora está el -cráter. No hay m tallos, niraíces, m hojas. ¿Tan enorme fue ese objeto, que pulverizópiedras y rocas? Sin embargo, hay que suponer que descendiócon suavidad. No oímos ningún choque, y sea cual sea la energía que emplee, ésta no produce calor m ruido.’Posteriormente, el 19 de julio, se comunicó a la Prensa queel capitán Rodgers había obtenido permiso para hundir una pértiga en el hoyo. Los datos que así se obtuvieron eran de lo másinsólito. Indicaban la presencia a gran profundidad de un objetometálico bastante voluminoso. Y se declaró, además, que «los detectores se volvían locos», sin duda porque el fragmento metálicoen cuestión era altamente magnético.Así las cosas, vale la pena señalar que la investigación continuaba efectuándose abiertamente, y esto principalmente sinduda porque era el Ejército y no el Ministerio del Aire quien seocupaba de ello. Y el oficial encargado de relaciones públicas delMando Sur del Ejército dijo a Girvan, en Salisbury, que el ob jeto en cuestión fue extraído del orificio. Remitido a un expertodel Museo Británico, éste inmediatamente lo identificó como untrozo de pirita común, «que hubiera podido encontrarse enterradoen todo el sur de Inglaterra». El experto en cuestión agregó quellevaba ya bastante tiempo enterrado en el suelo, lo que eliminabala idea de una broma. Y el doctor F. Claringbull, Conservador dela Sección de Mineralogía del mismo Museo, destruyó la explicación meteorítica y, según el
Yorkshire Post 
del 27 de julio, declaró: «Hay más en este caso de lo que parece a primera vista.»No obstante, quien tenía la última palabra era el Mando del Sur,pero se limitó a hacer este prudente comentario: «La causa delfenómeno es aún inexplicable, pero no es tarea del Ejército desentrañar tales misterios.»,Si intentamos resumir lo que hemos podido averiguar graciasa estos incidentes —los nidos de Tully, el círculo de Ohio y elcráter de Charlton—, podemos afirmar lo siguiente: (1) el rumorpúblico relaciona las observaciones de platillos volantes con eldescubrimiento de depresiones circulares en el suelo; (2) cuando
 
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en el lugar existe vegetación, ésta muestra los efectos de unafuerza aplastante que produce una configuración estacionaria («radios de una rueda»), o una configuración giratoria (en el sentidode las agujas del reloj o en el sentido opuesto); (3) parte de lavegetación suele haber sido eliminada, a veces con raíces, hojas,etcétera, inclusive; (4) a menudo se observan los efectos de unafuerza poderosísima ejercida en sentido vertical, como demuestran la tierra y las plantas esparcidas por los alrededores dellugar; (5) en un solo caso se comprobó la presencia de una fuerteactividad magnética, pues en este caso un fragmento de pirita sehallaba enterrado cerca del centro de la depresión; y (6) con frecuencia existe en el centro un profundo agujero, de algunos centímetros de diámetro*.¿Es necesario que recuerde al lector aquella célebre costumbre de las hadas, consistente en dejar a su paso extraños anillosen campos y praderas?Un domingo del mes de agosto, mientras paseaba por las montañas de Howth, Wentz encontró algunas personas de la localidad,con las que habló de estas antiguas leyendas. Después de tomar elté con su interlocutor y la hija de éste, ambos le llevaron a uncampo contiguo para mostrarle un «anillo de las hadas», y, mientras él permanecía de pie dentro del círculo, ellos le dijeron:Sí, las hadas existen, y aquí se las ha visto bailar con frecuencia. La hierba nunca crece a gran altura en los bordes delanillo, pues sólo la más fina y corta crece en este lugar. En elcentro, hay un círculo de setas de las hadas, en las que éstastoman asiento (i). Son muy menuditas, y les deleita bailar ycantar. Llevan librea verde, y a veces chaquetas y gorros rojos.El 12 de noviembre de 1968, la Prensa argentina informó quecerca de Necochea, 500 kilómetros al sur de Buenos Aires, unaviador civil había observado un extraño dibujo en el suelo, y ély varios militares lo investigaron. Se dirigieron a pie al lugar encuestión, donde los moradores de la región afirmaban que habíaaterrizado un platillo volante, y descubrieron un círculo de seismetros de diámetro, con la tierra calcinada en su interior. Dentrode este círculo crecían ocho gigantescas setas blancas, una de lascuales casi medía un metro de diámetro. En la provincia de SantaFe se descubrieron otras setas extraordinarias en circunstanciassimilares.Otro folklorista, recolector de leyendas escandinavas, observa
* Estas características son casi constantes en numerosos casos mundiales, ade-más de los descritos: Marliens, en Francia; Valensole, id.; Morón de la Frontera y
 
Matadepera, en España (casos ms. 9398 y 82 del Calogo de BallesterVallee,
 
publicado en apéndice al final).
N. del
T.

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